En la noche del sábado al domingo de la semana pasada se produjeron unos sucesos horribles en Orlando. Dudo que no lo sepáis, pero por si habéis estado viviendo en una nave espacial, se produjo un atentado contra una discoteca LGTB. A modo de resumen un hombre entró con un arma y se puso a disparar. Cuando escribo estas líneas el balance es de unos cincuenta muertos y la misma cantidad heridos, algunos muy graves, por lo que la primera cifra puede engrosarse poco a poco.
En un primer momento se pensó que se trataba de una agresión homófoba y parece que después se han encontrado lazos del atacante con el yihadismo, pero estos son elementos que me dan bastante igual a la hora de escribir estos párrafos, pues no vengo a hablar de ellos, ya que espero que todos los que leáis estas páginas los condenéis de la misma forma en la que yo lo hago, sino de los comentarios que se vertieron por las redes sociales a causa de estos hechos. En concreto vamos a hablar de Twitter y su hashtag #MatarGaysNoEsDelito, el cual no me ha hecho perder la fe en la humanidad como algunos decían en contestación a estos ataques, pero sí que da a entender que hay muchos comportamientos que no se pueden dejar pasar.
Entre muchas perlitas que pude encontrar, os he seleccionado unas para traerlas aquí. En un principio me planteé borrar los nombres de las personas y tal, pero bueno, si son maduros para colgarlo en una red social no creo que les importe que me haga eco de sus sabias palabras —por llamarlas de alguna forma respetuosa—.
Ver a personas que conviven conmigo en este siglo haciendo declaraciones de este tipo me hicieron pensar que hay algo que estamos haciendo mal, en algo estamos errando. No sé si será en la educación en los colegios, en los hogares de cada cual, pero tenemos que cambiar cosas.
¿Avanza nuestra sociedad en el buen camino?
Es una respuesta muy difícil de dar. Tengo veintidós años y no tengo demasiadas referencias con las que comparar en el pasado. Cuando era más joven y se aprobó la ley de unión homosexual lo vi como un avance, pero no pude comprender la magnitud de dicho hecho hasta mucho tiempo después.
No obstante, sí que puedo hacer mención de cómo veo el panorama, y la verdad no me parece suficiente.
En mi entorno me he encontrado siempre comentarios homófobos, incluso en mi familia —algo bastante chocante puesto que existen personas con esta condición—. En su día no le di importancia, pero es algo que nunca se me ha borrado de mi mente. Recuerdo una noche en la que estaba hablando con mi padre, no sé de qué, de algo que no me parecía justo es lo único que tengo en la memoria, y ante mi queja la respuesta fue, textualmente, esta: «y a mí no me gusta que los hombres se acuesten entre ellos, pero hay que aguantarse».
Por supuesto, en su día no le di el peso que tenía esa afirmación, tendría seis o siete años como mucho, pero si me lo dijese ahora mi respuesta iba a ser muy diferente.
No es el único comentario que he tenido que escuchar a lo largo de mi vida. Gente de mi misma edad con la que he convivido es muy intolerante acerca de que cada persona pueda querer sin prejuicios a la persona de la que está enamorada, pero el comentario que más gracia me hace —por decirlo de forma respetuosa— es uno que afirmaba que podía aguantar que los homosexuales se casasen, pero que le parecía mal que pudiesen adoptar, puesto que si la naturaleza no les había dado esa capacidad no tenían que conseguirla artificialmente —claro que su pensamiento acerca de las parejas heterosexuales en las que uno de los dos es estéril es muy diferente—. Y estas palabras no han salido de una persona joven, precisamente.
A veces se nos olvida que la adopción es una opción para los padres, pero que el derecho es del niño a tener unos padres, unas madres o un padre y una madre. Yo que siempre he pensado que lo importante para cuidar y criar a un niño es darle estabilidad y amor, y ahora resulta que hay que tener los dos estilos de genitales, que si los tienes repetidos no eres capaz de realizarlo.
El simple argumento de que si tienes dos padres homosexuales el hijo puede salir igual ya es homófobo de por sí, pero con dicho razonamiento no hubiese existido nunca ningún homosexual, puesto que las familias tradicionales siempre han sido entre hombre y mujer. ¿Cómo ha sido posible entonces el cambio?
No, por desgracia no parece que nuestra sociedad avance por el buen camino, y para muestra un botón. En el primer vídeo de abajo se muestra a transeúntes de Madrid rechazando la idea de que en Frozen 2 Elsa pueda ser lesbiana (no todos), mientras que en el segundo vemos hasta qué grado tan estúpido ha llegado la homofobia en Turquía, dejando una tortuga en la tienda porque les dicen que es gay.
Las instituciones homófobas
Uno de los mayores problemas que tiene España en referencia a la homofobia es que existen instituciones que instan a ella. Y sí, estoy hablando de la Iglesia.
Hace más o menos un mes, el cardenal Cañizares hacía unas declaraciones que levantaban una gran polémica. Decía que el «Imperio Gay» venía a destruir a las familias, el bienestar y todas esas cosas que tango queremos. Y aquí es donde fallamos.
Porque sí, todos nos indignamos, pero al final lo resolvemos contando chistes en Twitter, Facebook o cuando salimos con los amigos y, desde luego, ese no debe de ser el camino —yo soy el primero que falla—. A muchos se les llena la boca con frases como «si los refugiados quieren venir a Europa que se adapten a nuestra forma de vida» o «me parece bien que haya inmigrantes siempre y cuando se adapten a nuestras costumbres» y entonces pregunto: ¿por qué no ocurre lo mismo con la Iglesia? Si al resto de los que vienen les exigimos comportarse de una determinada manera, ¿por qué la Iglesia no tiene que adaptarse a la sociedad que existe hoy en día y se le permite hacer declaraciones de este tipo que lo único que consiguen es promulgar odio y rechazo?
Tenemos una doble vara de medir que muestra el cinismo que nos caracteriza. Porque si soy yo el que dice esas palabras, como poco se me acusará de un delito de odio, pero como es la Iglesia pues no pasa nada, como mucho la típica respuesta de «bueno, si eres gay ya sabes que no te aceptan, no vayas y listo». Me parece que no, ese no es el camino y no debería ser nunca, porque lo único que estamos diciendo es «si te odian mira para otro lado y deja que le digan a la gente cómo te tienen que ver».
Al menos el cardenal se ha disculpado diciendo que reza por ellos, que no saben lo que hacen y que están perdidos en la vida. Sigo sin ver el movimiento de la justicia ataque tras ataque.
O las claras palabras del Arzobispo de Bruselas Joseph Leonard «El SIDA es un acto de justicia… jugar con la naturaleza del amor conduce a catástrofes así». Los heterosexuales no podemos tener SIDA, se me olvidaba.
La Iglesia tiene muchos más greatest hits, pero nos los vamos a ahorrar para intentar bajar de las tres mil palabras en el post.
Pero no es la única institución en la que encontramos hechos como este, ya que en uno de los cuatro partidos mayoritarios de este país también tenemos expresiones que se asemejan bastante, y es que aunque el Partido Popular haya dejado atrás su batalla por intentar que los jueces declaren inconstitucionales leyes tan dañinas para nuestra sociedad como la que permite a personas del mismo sexo casarse o que adopten a un hijo al que van a criar con amor y le van a dar una vida mejor, ahora simplemente van soltando sus joyas, que teniendo en cuenta que en las últimas elecciones sacaron siete millones de votos, influyen en la forma de pensar de una gran parte del país.
La que fue alcaldesa de Madrid hasta 2015, Ana Botella, nos asombró con frases como «Para mí la adopción de hijos por homosexuales no es una cuestión moral, sino científica. En lo que todos estamos de acuerdo es que hay que proteger al menor, y, de momento, nadie en el mundo ha dicho que los niños tengan las mismas condiciones dependiendo de quién los adopte. Ahí tienen la palabra los científicos». o nuestro Ministro del Interior, sí, ese que tiene que defender la seguridad de todos los que vivimos en España «El matrimonio homosexual no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos, porque no garantiza la pervivencia de la especie».
Como he repetido en incontables ocasiones: El amor es amor, pero el odio es una opción.
El lado oscuro
Yo solo quiero recordarles a todas estas personas que sienten y promueven el odio hacia el colectivo homosexual una sabia frase: «El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti». Y os aseguro que en el lado oscuro hay gente que se lo pasa extraordinariamente bien.
Carmelo Beltrán
@CarBel1994