Al observar por primera vez este precioso cuadro tuve la sensación de estar viendo mi propio retrato con mi bebé. El gesto del pequeño metiendo sus deditos en la boca de su madre lo hacían mis hijos y de hecho mi niña aun lo hace. La mirada cruzada entre el pequeño y su madre es el fiel reflejo de la maternidad. La ternura con la que la madre arropa a su hijo y le coje su piececito es absolutamente sublime.
A pesar de que Mary Cassatt (1844-1926) renunció al matrimonio y la maternidad por considerar que no podría dedicarse al arte si era una mujer casada con hijos, sus múltiples retratos de madres con sus pequeños realizados alrededor de la década de 1890 sorprenden por su alto grado de realismo. Cassatt, una de las pintoras impresionistas más importantes, reflejó en este y otros cuadros el amor maternal en su máxima expresión.