Quiero aprovechar que en el mundo bloguer se está celebrando la Semana de la Lactancia Materna, a través de una iniciativa de Maternidad continuum, para contaros mi experiencia en este tema. Tema que, por cierto, aún no había tocado en el blog.
Os resumiré mi experiencia en la lactancia materna: nefasta (bueno, casi nefasta). Os lo explico.
El Centro de Atención Primaria donde me atendieron durante el embarazo era muy, pero que muy, pro lactancia materna y partos naturales. Te lo inculcaban en todo momento, tanto en las clases pre-parto como en las visitas con la comadrona, y te lo explicaban como si todo fuera muy senzillo y que si alguna madre no le daba el pecho a su hijo era porque no quería, no porque no pudiera (a eso digo: JA!). O sea que o dabas el pecho a tu hijo o no eras buena madre. Así que durante los últimos meses de embarazo se me grabó en el cerebro que no existía alternativa: parto natural y lactancia materna. Eso ya era lo que quería y así lo sentía incluso antes de ponerme en contacto con el centro, pero el deseo se acentuó, y mucho, después de todas las charlas que nos daban. Lo de la lactancia materna lo tenía claro antes que me taladraran con el tema, y lo del parto natural pues…ya vería cuando me encontrara en “el momento“.
Y al final, ¿qué pasó? pues que ni parto natural ni lactancia materna (bueno sí, pero a medias). Todo mi sueño al traste en un sólo día, el día del parto. El parto se complicó y acabó en cesárea. Ya que no pude tener un parto natural ni vaginal, aún me quedaba el tema de la lactancia. Imagínense que te sacan el niño por cesárea, que te tienen atada como Jesucristo en una camilla y que el primer contacto con él es después de casi dos horas de haber nacido. A éso, súmale que estás más de 24 horas con sonda y vías a cada brazo, y la barriga partía por los puntos. Poner al Peque a mamar era toda una odisea entre tanto tubo y sin poder ni coger una postura cómoda para colocarte el niño, tal y como te lo habían enseñado en las clases pre-parto . Era mi madre o mi pareja quien tenían que enchufarme el niño. Te sientes…¿cómo lo diría?…te sientes ridícula, impotente e inutil durante esos primeros días. La leche no me subió hasta pasados varios días. Os contaré que ni siquiera sentí eso que cuentan muchas madres de la “subida de la leche”. Los primeros días el Peque sólo se alimentaba de mi leche, pero iba perdiendo peso y más peso, llegando a perder 700 gramos en 4 días! así que supongo que el Peque no succionaba como debía y yo, primeriza, pues me pensaba que sí. Al final, ultimatum, no me dejaban irme a casa sin darle biberón y tanto la pediatra como mi pareja estaban muy preocupados por la pérdida de peso (suerte que nació con 4 kg). Así que acepté.
Si mi primera “pesadilla” fue la cesárea, la segunda fue la “lactancia”. Algo que debería haber sido tan bonito se convirtió en todo un martirio y un mar de nervios para mi. Me compré un sacaleches y me convertí en la vaca lechera del barrio. Me negaba a no poder darle de mi leche, así que me la sacaba y se la daba con el biberón. A parte, durante dos o tres semanas, antes de cada toma intentaba e intentaba que el Peque se enganchara al pecho. Venga visitar a la comadrona, venga practicar y practicar, pero no hubo manera, era acercarlo a la teta y empezar a llorar como si fuera el fin del mundo y aruñarme como un gato. Fue desesperante y muy frustante. Esta preocupación no me dejó disfrutar como tendría que haber sido esas primeras semanas del Peque. Y me arrepiento de ello, porque no tendría que haberme obsesionado tanto y aceptar que si no lo conseguía no por ello era una mala madre. Seguro que con otra aptitud más flexible conmigo misma y aceptando que darle el biberón tampoco era ninguna desgracia hubiera podido tener una experiencia mucho mejor de la que tuve en esas primeras semanas.
Pasadas tres semanas, mi comadrona bajó el burro y al final me dijo que no pasaba nada si le daba biberón. A partir de entonces me tranquilicé y empecé a tomarme las cosas de otra manera. Estuve sacándome leche durante 4 mesos. Fueron 4 meses muy duros , pues me pasaba el día muñiéndome y dando biberones al Peque, y a eso súmale el cansancio que todas las madres arrastramos en esa época por no dormir casi nada. Pero estoy orgullosa de haber podido darle mi leche al Peque durante todo ese tiempo, aunque fuera en biberones. Igual no disfruté de ese vínculo del que hablan las madres lactantes, pero al menos así la experiencia de la lactancia materna no fue nefasta, sinó sólo casi. Y ese vínculo lo he ido forjando de otras maneras a lo largo de los años.
Estoy de acuerdo que está genial tener un parto natural y dar el pecho a tu hijo (soy firme defensora de ello), lo demuestra que durante 4 meses estuve sacándome la leche durante todo el día para alimentar a mi Peque, pero por mi propia experiencia y la que seguro habrán tenido y tendrán otras madres primerizas, desde mi humilde blog, pido que los profesionales de la sanidad, aunque defiendan estas dos cosas y las expliquen y nos informen, no hagan de ello un Sí o Sí, porque a veces las cosas no salen como una espera y este tipo de aptitudes provocan grandes frustaciones y te hacen sentir fatal cuando después no lo consigues.
Ante todo respeto por todas las opciones, porque al fin y al cabo, lo más importante para criar y educar a un niño no es ni la leche ni el tipo de parto, sinó el amor y la dedicación que les das durante toda su vida.