Siempre escucharemos que la lactancia materna es el mejor seguro de vida de un niño. Existe mucha publicidad acerca de la costumbre de amamantar a los niños, y sobre los beneficios que hacerlo tiene tanto para el bebé, que ve aumentadas sus defensas frente a un sin fin de enfermedades, como de la madre que, incluso según algunos estudios, podría librarse del cáncer de mama. También se ha llegado a decir que amamantar rejuvenece. Pero, ¿cuánto hay de verdad en ello? ¿Es verdad que un niño alimentado mediante lactancia materna estará más sano que uno alimentado con leche artificial?
“Creo que hay en la sociedad en general mucha culpa sobre la paternidad y la maternidad, y sobre si uno amamanta o no, o si uno le da o no biberón a su bebé”, dijo Swinson y exhortó a la gente a respetar las decisiones de los otros. “Se habla de una era de oro en la que todo el mundo daba el pecho, y esa época nunca existió”, dice Suzanne Barston, autora de “Biberones: Cómo la forma en que alimentamos a los bebés ha terminado definiendo la maternidad y por qué no debería ser así”. “Hay evidencia arqueológica que llega hasta la antigüedad de la existencia de distintas clases de biberones y otros métodos de alimentación alternativos”, señala Ellie Lee, directora del Centro de Estudios Culturales sobre el Rol de los Padres de la Universidad de Kent, en Reino Unido.
Fuente: BBC
Ciertamente no es fácil determinar si está mejor alimentado un niño mediante lactancia materna o uno que ha recibido leche artificial. Hoy en día, las leches artificiales, y otros productos de alimentación infantiles están muy logrados para asegurar que al bebé no le faltará ninguno de los nutrientes que necesita para su desarrollo en esta etapa tan crucial de formación a todos los niveles.
¿De dónde viene entonces el mito? Sinceramente, reflexionando, cabe pensar que la naturaleza es tan sabia de haber dotado al cuerpo femenino de la idoneidad para ser capaz de alimentar a los retoños de una manera saludable y perfecta para que éstos sobrevivan fuertes y con las defensas elevadas. Lo contrario, no sería propio de la naturaleza. En todas las especies sucede así. Sin embargo, esto no significa, que deban condenarse otros métodos de alimentación.
Evidentemente, lo que no es aconsejable es dar al pequeño alimentos arbitrariamente, como se hacía antaño, ofreciendo vino, miel y otros productos peligrosos para su organismo tan débil. Aparte de esto, hay que ser consciente de que la cultura siempre juega un papel importante en las costumbres y en las ideas. No podemos olvidar que, tradicionalmente, el principal papel de la mujer era el de servir de esposa y madre. La crianza ha sido la profesión por doquier para el género femenino.
Siendo así, negar o rebajar la importancia a la lactancia materna, habría sido dejar desprovista a la mujer de su principal arma. Al tiempo que sabemos de sobra la lacra que ha recaído sobre las mujeres solteras, estériles o sin leche para amamantar.
La conclusión, a la luz de estos datos, es la siguiente, y es que si bien la lactancia materna es perfecta para asegurarse la correcta alimentación de la prole, existen fórmulas alternativas igualmente saludables. Aunque obviamente, siempre es mejor apostar por lo natural. Si el cuerpo de la mujer al parir genera leche naturalmente, ¿Por qué abortar esa producción? Mejor aprovecharla. Salvo casos excepcionales.
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