Revista Comunicación

La lección de Galicia y el País Vasco: moderación y equilibrio

Publicado el 14 julio 2020 por Nafuente
100 Elephants – Temps perdut

No hace falta ser politólogo ni darle muchas vueltas para entender lo que realmente sucedió en las elecciones del pasado domingo en Galicia y el País Vasco. La gente es mucho más sencilla en su forma de actuar y pensar de lo que algunos «expertos» y tertulianos intentan trazar con sus múltiples teorías geopolíticas y estratégicas que a pie de calle nadie entiende. Es todo mucho más simple. Los votantes han apostado este 12-J  por partidos tradicionales y conocidos dándole un severo portazo al populismo, a las mareas, a las marejadas y a las fuertes marejadas y sus corrientes, tan enfrentadas entre ellas. Bastante tiene la gente con sus problemas cotidianos como para entregar su voto a políticos expertos en vender humo y detectores de humo al mismo tiempo. Es de primero de Democracia que el grueso de los votantes en España se sitúa entre el centro izquierda y el centro derecha, un espacio que se caracteriza por la moderación, por huir de radicalismos y por poner y quitar Gobiernos cuando no funcionan o se corrompen desde las poltronas.

Por eso Feijoo y Urkullu han cosechado contundentes victorias que pasman al resto de España. Por eso Unidas Podemos y sus mareantes confluencias se han ido al carajo en Galicia y han quedado muy tocadas en el País Vasco. Por eso el BNG ha experimentado un subidón sin precedentes captando todo el voto de izquierda que huyó de las incoherencias de Iglesias y de lo poco que queda de aquel Podemos que surgió del espíritu del 15-M. Por eso Bildu sube en escaños gracias a un traslado de votos progresistas que beneficia al independentismo radical. Por eso el PSOE queda en evidencia al no captar a tantos votantes frustrados mientras ve cómo se desploma su socio en el Gobierno de España. Por eso los ultras de Vox no pintan nada en Galicia y prácticamente nada en el País Vasco. Por eso el cambiante Ciudadanos no se ha comido ni un rosco.

En mi opinión, los grandes perdedores de este 12-J han sido los entornos de Pablo Iglesias y de Pablo Casado. Las urnas les han metido a patadas en el cuarto de pensar. Sólo falta que piensen un poquito. El líder de Unidas Podemos reacciona diciendo, por enésima vez, que hay que hacer una “autocrítica” profunda sin querer ver que el verdadero problema es él mismo cuando empezó a convertir un prometedor partido de asambleas en su finca particular, quitando a las cabezas pensantes y críticas, y poniendo a su pareja como número dos. Ese traslado de Vallecas al casoplón y ese egocéntrico tic autoritario le está pasando severas facturas en varias partes de España.

Algo parecido le sucede a Pablo Casado. La cuarta mayoría absoluta consecutiva de Feijoo es un potente toque de atención al PP nacional que no quiere ver que la política de acoso y derribo permanente no conduce absolutamente a nada. Una parte del PP dice ahora que quiere implantar en España el «modelo gallego». Sencillamente lo veo imposible con el actual equipo directivo popular. Para empezar a hacer eso habría que sustituir toda la centralita, el software, la caja de cambios y la defectuosa correa de distribución de la marca Aznar que recalienta el motor popular con claro riesgo de que algún día gripe.

La lección de Galicia y el País Vasco es que la gente no quiere más tiempos perdidos, más experimentos políticos con gaseosa. Lo que quiere es gestión, moderación, eficacia, equilibrio y toneladas de diálogo para que los diferentes partidos dejen de enfrentarse y de marear la perdiz y se pongan de acuerdo en solucionar los problemas de todos. Para eso les pagamos. Para eso les votamos/confirmamos/apartamos cada cuatro años.


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