No sé en qué momento surgió el tema de hacer películas procedentes de líneas de juguetes, pero en estos momentos tenemos vigentes dos franquicias de bastante éxito: Transformers y G.I. Joe. Lo más curioso es que ambas han negado de forma tajante la parte juguetera del asunto para abrazar el cine de acción más chorra que podamos imaginar. Por eso es un placer enfrentarse a una película como La Lego Película que asume completamente sin pudor ninguno su condición de producto proveniente de un juguete. Si simplemente hubiese sido una película entretenida, que lo es, nos hubiésemos conformado: lo que nunca íbamos a imaginar es encontrarnos con una obra que aunase un discurso social, e incluso económico, tan claro.
La Lego Película está planteada como una comedia de aventuras prototípica y ejemplar: el héroe que debe asumir su rol en el universo y, de paso, salvar el mundo. El bueno de Emmet es un lego más: acata las reglas, sigue las instrucciones, canta la misma canción y paga cantidades astronómicas por un simple café sin rechistar. En este viaje hacia su rol de ser especial se centra la película para construir un maravilloso torrente de escenas de acción, persecuciones y chistes memorables que ya por si mismos justifican el pago de la entrada. Es lo mínimo que podíamos esperar de los creadores de la magnífica Lluvia de albóndigas: dos directores con un rumbo claro y unas constantes temáticas que para sí querrían muchos gurús del Festival de Cannes.
Pero como decía al principio La Lego Película da un salto mortal en su condición de mero cine espectáculo y se coloca desde ya en el terreno de las grandes películas que nos hablan de la sociedad que estamos construyendo. Las piezas de Lego entonces se tornan en una metáfora sobre la lucha entre la imaginación y la rigidez intelectual realmente sorprendente: el mega malo quiere compartimentar el universo Lego y conseguir que todo el mundo piense de la misma manera, traicionando completamente el ideal de las piezas que es la libertad. El aprendizaje de Emmet es el nuestro al asumir que no pasa nada por no seguir las normas y que una vez que tenemos las piezas podemos hacer con ellas lo que queramos, incluso seguir las instrucciones. No me extraña para nada que ciertos grupos conservadores estadounidenses hayan arremetido contra la película acusándola de anticapitalista y subversiva: por una vez, y sin que sirva de precedente, llevan razón.
Además La Lego Película es consciente de su origen y de su presente y juega con él sin pudor. En una pirueta narrativa que no desvelaré nos cuela un aspecto muy interesante y característico de esta línea de juguetes: ¿son los niños los principales usuarios de las piezas de Lego? Seguro que muchos ya conocéis la respuesta. Así La Lego Película asume que su discurso no sólo va destinado a los más pequeños de la platea y lanza unas cuantas vitriólicas puyas a los más grandotes que tienen a Lego como una religión a la que adorar.
Profundizar aun más en todas las capas que encierra La Lego Película exigiría varios visionados y un profundo análisis de ciertas mecánicas que nos transmiten mensajes políticamente radicales financiados por multimillonarias corporaciones como la misma Lego y Warner Bros., productora de la película. No sé si algo está cambiando en Hollywood o es que se les han colado unos cuantos caballos de Troya en los estudios, pero entre La Lego Película y El lobo de Wall Street ya hemos presenciado este año dos obras de claro mensaje antisistema. Fascinado me hallo.