Y me dispuse a leer el artículo completo y subrayé ciertas ideas que me parecieron relevantes. Algunas de ellas son:
- El alemán no se puede aprender de viva voz. El alemán es un problema «de codos».
- Es imposible aprender alemán sin haber estudiado previamente, y muy a fondo, su gramática.
- No podemos llevar a cabo la correspondiente declinación si previamente no conocemos el a veces enigmático género (masculino, femenino o neutro) de la palabra alemana en cuestión.
- No podemos comprender el sentido pleno de una frase hasta que el interlocutor o el escritor la concluyan, pues el verbo se sitúa muchas veces al final.
- Si no se estudia su gramática como si fuera, por ejemplo, una asignatura de Anatomía, de Derecho Procesal o de Contabilidad (lo cual supone «repetir y memorizar» muchas veces), ni es posible comprender ni tampoco lanzarse a hablar o a escribir en ese idioma.
- Su vocabulario de uso habitual es más reducido que el del inglés.
- Se pronuncia como se escribe, lo que hace posible que los alemanes nos comprendan en el lenguaje hablado, por mucho acento extranjero que tengamos y por mucho que desconozcamos la amplia gama fonética de las vocales. Además, como apenas hay diferencia entre la palabra escrita y la hablada, si hemos llegado a entender lo que se escribe, entonces también hemos llegado a hacerlo de lo que se habla.
- La filosofía alemana sigue figurando en un primer plano porque, como afirmó Heidegger, la flexibilidad del idioma para crear nuevas palabras o para juntar en un solo vocablo, por ejemplo, sustantivos entre sí o con adjetivos o con participios pasivos, permite formular con una gran economía y precisión un determinado concepto.