Las conversaciones interminables que no tienen ni pies ni cabeza, suponen
una pérdida total de tiempo y energía, y son propias de personas superficiales,
cuyo único aliciente es tener algo de qué hablar, de darle a la lengua
incansablemente, a pesar de que todo lo que dicen sea absurdo y sin ningún
interés para la persona que escucha el coñazo
que le están dando y que muchas veces tan solo lo hace (y con un gran esfuerzo)
por educación.