Foto de portada por: Zoonabar
En los últimos veinte años se ha acrecentado en España el número de inmigrantes y, en consecuencia, se ha producido el habitual choque de culturas, que en los peores casos ha derivado en racismo, xenofobia y delincuencia. Con el paso del tiempo la inmigración se convirtió en una de las principales preocupaciones de los españoles y surgió entonces un movimiento por la tolerancia de las distintas culturas que coexistían en nuestro país. Lo hemos podido palpar en los medios de comunicación, la publicidad, los colegios y en otro tipo de manifestaciones públicas. Se han puesto sobre la mesa cientos de propuestas para difundir los valores del respeto por el diferente, y he aquí la mía.
El estar cursando en mi carrera una asignatura llamada Lingüística me ha hecho reflexionar profundamente sobre las propiedades de la lengua y su importantísima función en las relaciones humanas. Como bien saben los lectores, la lengua es el reflejo del pensamiento y, por lo tanto, el mejor mecanismo para conocer la idiosincrasia de los pueblos. Este hecho me lleva a pensar que si de verdad se quiere fomentar el respeto por otras culturas y encontrar un punto de unión que nos haga pertenecer a la misma comunidad éste ha de ser la lengua. Yo mismo lo he experimentado. Antes había culturas que no me llamaban la atención e incluso tenían costumbres que yo consideraba abominables, pero aprender la lengua que utilizan generó tal simpatía en mí que comencé a entender parte de sus tradiciones y cualquier rastro de odio hacia ellos que pudiese quedar en mí se desvaneció. Por eso pienso que la enseñanza de la lengua sólo puede entrañar valores positivos y es una asignatura pendiente desde hace años dentro de las aulas.
Y el que crea que con esto estoy animando a la gente a que aprenda todos los idiomas de las comunidades que viven en España, se encuentra bastante lejos de la realidad. Como vivimos en un país donde el odio entre hermanos aflora por doquier, donde no nos entendemos y, por frustración, nos refugiamos en la arrogancia y el rencor para escapar de esta Torre de Babel, creo que deberíamos empezar por aprender nuestra propia lengua para devolverle la dignidad a este país si es que algún día la tuvo. La gramática del español ha salido de las escuelas y ha sido sustituida por eufemismos educativos que nos han dejado hordas de jóvenes vocingleros que no se respetan ni a sí mismos, porque no se entienden, porque no saben hablar, porque han dejado de pensar. Y los diferentes ministros de Cultura y Educación que han pasado por los sucesivos gobiernos han tratado de ocultar el desastre afirmando que se estaba creando un nuevo lenguaje entre la generación del botellón, pero no es por neofobia por lo que se mueve mi discurso, sino porque el lenguaje deja de serlo cuando pierde su función primaria, la de comunicar y servir de hilo conductor entre personas diferentes; y si no sabemos hablar la lengua que nos une, jamás será posible la comprensión mutua. Sólo de esta forma lograremos respetarnos entre nosotros, y ya después vendrán los demás.