Queda claro que para este señor la “salvación” viene de la mano del endurecimiento (o de la capacidad de anestesiarse). Y me queda claro que no debe conocer con suficiente detenimiento las consecuencias que ese endurecimiento infantil tiene en las personas adultas. Los que trabajamos con personas que sufren podemos apreciar en los despachos de psicoterapia las consecuencias de la pedagogía de “la letra con sangre entra” que parece que este señor heredó (él y toda una generación de niños de la postguerra).
Cuando a los bebés se les somete a semejante abandono progresivo, esto es, se les acostumbra progresivamente a que sus necesidades no van a ser satisfechas por un “otro” todavía indiferenciado de él mismo, ya que todavía no han alcanzado la capacidad de sentirse “separados” de este otro / mamá, la vivencia de falta queda cristalizada en la propia subjetividad. El endurecimiento no es la única forma de responder a esta vivencia. Deprimirse, desenergetizarse, falta de autoapoyo, establecimiento de vínculos dependientes, insatisfacción, desconfianza… por no hablar del soberano cabreo que se gesta a raíz de la insatisfacción permanente… son algunas consecuencias directas de estas actitudes para con los bebés, que apreciamos en las personas adultas constituidas y construidas sobre un vínculo precario con la madre que en lugar de atender las necesidades psicoemocionales del bebé lo sometió a un conjunto de técnicas que iban a prepararlo para soportar el abandono, y para desplazar la capacidad de vinculación de las personas a los objetos, con la consecuente insatisfacción permanente, ya que los objetos no sacian nuestras necesidades afectivas.
De hecho, es la angustia de la madre a sostener a un “otro” vulnerable y necesitado que la requiere constantemente lo que va a convertirse en el motor de usar estas estrategias. Es la propia incapacidad de la mamá la que pretenderá que el bebé pueda “ir sin ella”, “no requerirla” y convertirse en “autónomo” antes de hora. Un “autónomo” entrecomillado, ya que la autonomía (poderse separar, o funcionar separado) requiere de la vinculación segura en primer término, y ésta de la capacidad de atender emocionalmente las necesidades del bebé.
Al final, pan para hoy, hambre para mañana. Los niños que no son atendidos cuando es prioritario y necesario, en los primeros meses de vida y hasta el año y medio como mínimo momento en que ya habrán desarrollado las capacidades necesarias para “separarse” de su mamá: capacidad motriz (gateo y empezar a caminar), capacidad verbal (simbolización e introducción al habla), permanencia de objeto, etc., son como edificios que suben con cimientos endebles, y consecuentemente endeble es su capacidad de autonomía y autoapoyo, además de su capacidad para establecer vínculos saludables con el otro.
Así que de acuerdo con Ramón Soler: más valdría que el Sr. Estivill se dedicara a hacer una buena psicoterapia y dejara en paz a los niños y niñas de nuestro país, que bastante tienen ya con sostenerse en familias que requieren de estar ambos cónyuges trabajando para poder pagar el alquiler, con las gravísimas consecuencias que esto está tendiendo en nuestra juventud. Claro está que debe ganarse un buen dinero a costa de las necesidades de apoyo de las familias españolas que se agarran a un clavo ardiendo con tal de soportar mejor la que nos está cayendo. Lo único que parece mantenerse a salvo con esta crisis es la cuenta bancaria de algunos aprovechados que usan la coyuntura para hacerse de oro a costa de la neurosis de los demás.
Paco Jaume