Mil novecientos veinticinco. El coronel Percy Harrison Fawcett conocido como “el David Livingstone del Amazonas” recorre más de dieciséis mil kilómetros en busca de la ciudad perdida de Z. Le acompañan su hijo, Jack, y el mejor amigo de este, Rimell. Tenía prisa por alcanzar su objetivo pues le preocupaba que un médico afamado de la época, Hamilton Rice, lo lograse antes que él.
Era una persona experimentada. No era, ni muchísimo menos, su primer viaje pero sí quizá, el más ambicioso. No hay que olvidar que el Amazonas es una de las zonas, aún hoy y con las tecnologías y equipos existentes, sin cartografiar del planeta. Fawcett era conocido no tanto porque se atrevía a hacer viajes inimaginables sino porque alcanzaba sus metas en tiempos récord.
Su historia causó una gran conmoción en la sociedad inglesa y estadounidense del siglo XX. Muchos fueron los que se internaron en el Amazonas tras su pista. Uno de ellos fue David Grann. Sí, el escritor.
El narrador no es otro que el propio autor, quien se interesó por la vida del aventurero cuando investigando el fallecimiento de un experto en Conan Doyle y Sherlock Holmes se “topó” con la figura de Fawcett y las continuas referencias a Z.
La obra es un recorrido por el camino que siguió el británico, por los aspectos más íntimos, como sus relaciones amorosas, y por los más aventureros, dicho de este modo. Digamos que es una mezcla de lo que vivió Fawcett y de la investigación de Grann. Los pasos del primero están reconstruidos con auténtica pluma.
Buenas descripciones no sólo de lugares sino también de sensaciones y emociones. El buen resultado es fruto de una intensa y extensa documentación. A este respecto, unas veinte páginas recogen, al final de la novela, la bibliografía utilizada. Además de esto, ilustran los hechos que se narran una serie de fotografías en blanco y negro muy llamativas.
Estamos sin duda ante una buena prosa que hace que la historia no se haga en ningún momento tediosa. En pocas palabras, un buen qué (buenos hechos) y un mejor cómo (cómo está escrita). La ciudad perdida de Z merece la pena tanto para aquel que disfrute con este tipo de obras como para aquel otro que en un principio no se sienta atraído por ellas.
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Agradecimientos a Plaza&Janés y Bloguzz