La Ley Adolescente de la Perfecta Incompletitud (LAPI)

Publicado el 04 julio 2018 por Molinos @molinos1282
¿Cómo hace las cosas un adolescente? No las hace ni bien ni mal, ni rápido ni despacio, ni con interés ni con desinterés, ni triste ni entusiasmado. Los adolescentes hacen las cosas buscando la perfecta incompletitud y con el mínimo posible de iniciativa propia siguiendo la Ley Adolescente de la Perfecta Incompletitud (LAPI) cuyo principio fundamental es: hacer las cosas un poco. 
Pasemos a ilustrar esta ley con unos cuantos ejemplos clarificadores. 
«Recoged la ropa tendida» 
Los tiernos adolescentes proceden, entonces, a arrancar la colada de las cuerdas del tendedero sometiendo a las pinzas a un peligroso juego de vida o muerte en el que las más afortunadas consiguen aferrarse a la vida y permanecer cogidas de la cuerda y las más débiles se precipitan al vacío y mueren. Recoger las pinzas a la vez que la ropa es algo que ni se les ocurre. «¿Para qué? Así ya están ahí la próxima vez que tienda». Ni que decir tiene que esa próxima vez ocurrirá tras varios gritos autoritario o por una amenaza velada o por un astuto uso del chantaje emocional o apelación a su supuesta (y falsa) madurez y, en ella, se volverá a repetir todo el proceso. 
La ropa por tanto se destiende pero no se hace nada más. Si quieres que la doblen y la guarden, es necesario especificar con todo lujo de detalles esa información. «Quitad la ropa tendida, dobladla y guardadla» 
La higiene personal es el territorio perfecto para que la LAPI se muestre en todo su esplendor. Se lavan los dientes pero la pasta de dientes nunca se cierra, se peinan pero jamás se limpian los pelos del lavabo, se duchan pero los botes de champú/gel y demás jamás se cierran y, además, se acumulan los vacíos y los llenos en los bordes de la bañera y ducha hasta que te planteas si están intentando organizar partidas de bolos allí. Se secan pero las toallas jamás vuelven a su lugar de procedencia y la alfombrilla de baño se convierte en un felpudo. Una orgía de LAPI.
«Cerrad la puerta del baño y bajad la tapa del vater»
La LAPI impide que estos dos hechos ocurran en el mismo espacio tiempo. Hay que rendirse a las leyes de la física adolescente. 
«Se ha terminado el papel higiénico» 
El adolescente irá a  buscar un nuevo rollo de papel higiénico al lugar en el que sus progenitores lo guarden y que a él o ella, por las razones que sean, le parece inadecuado. Lo cogerá y lo llevará al baño. Jamás, jamás, jamás lo colocará en su sitio. No se ha avistado, por ahora, a ningún adolescente colocando el rollo. Se sospecha que colocarlo en su soporte te hace avanzar veinte casillas en el tablero de la madurez y te conviertes en adulto de golpe. 
«Hay que barrer»
El verbo barrer en adolescente significa que se pasa el cepillo con bastante desanimo por toda superficie que esté libre de obstáculos y cuando digo libre me refiero a que nunca se barre por debajo de nada, sea ese nada una mesa o un calcetín. Los objetos y muebles se rodean con el cepillo pero jamás se barre debajo de ellos. 
«Guardad la comida que ha sobrado»
La comida se guarda en las fuentes, por supuesto. La posibilidad de pasarla a un táper o recipiente adecuado ni se plantea. Las fuerzas de la LAPI impiden siquiera, plantear esa posibilidad. En caso de que la comida ya estuviera en un táper, nunca se cambia a uno más pequeño. Y, en el caso de que la comida se haya terminado en ese táper, si queda una sombra, una migaja, un leve rastro que permita afirmar que «todavía queda», el táper irá a la nevera con tal de no tener que fregarlo. (Acción ésta que, por supuesto, exigiría una formulación de la orden más elaborada: «Guardad la comida que ha sobrado y si no ha sobrado fregad el táper BIEN».
«Hay que quitar la mesa» 
Platos, vasos, cubiertos, alguna servilleta (nunca todas) y la jarra del agua desaparecerán. El mantel permanece siempre. Por alguna extraña razón, en la mente adolescente el mantel no forma parte del conjunto "mesa" y, por tanto siguiendo los principios de la LAPI, jamás se recoge. 
«Quitad la mesa y, por favor, recoged el mantel»
Al haber incluido el mantel en la frase, éste desaparecerá de la mesa pero será posible seguir su rastro hasta el cajón por el reguero de migas que habrán dejado al recogerlo. Eso sí, doblado no va a estar. 
—Quitad la mesa y, por favor, recoged el mantel sin tirar las migas al suelo y dobladlo.—No sabemos doblar manteles.
La LAPI es infinita, no merece la pena ponerla a prueba. 
¡Ah! Y sí, es la culpa de que la botella de agua fría de la nevera siempre esté casi vacía es de la LAPI.