Los hombres tendemos a ser más desobedientes en la etapa de la adolescencia (las mujeres también pero ahora no vienen al caso). Es el momento de la vida en el que parece que necesitemos salir más tiempo de casa para empezar a vivir a nuestra manera, con un punto de diversión al que no sabemos ponerle límite pero al que tarde o temprano tendremos que llegar. Esto es algo que va unido a nuestro proceso de crecimiento, sea debido a las ganas de ser mayores, a las amistades que tengamos o según la educación que hayamos tenido o la infancia que hayamos vivido.
Eso es precisamente lo que la escritora americana Susan E. Hinton quiso reflejar en dos buenas novelas juveniles, Rebeldes (1967) y La ley de la calle (1968), escritas cuando sólo tenía diecisiete y dieciocho años. En ambas historias, la rebeldía está mucho más acentuada, con personajes que tienen un futuro incierto, vagando por las calles casi todo el día, fruto de esa mencionada dejadez educativa provocada tanto por continuas peleas de los padres, por su alcoholismo destructivo o por la muerte de ambos. Por eso resulta tan importante la figura del hermano mayor, a quien se ve como alguien a veces demasiado autoritario pero también alguien en quien confiar por su experiencia en la vida. Francis Ford Coppola debió tenerlo muy claro y, quizás por el impacto que le produjeron los dos relatos o por el jugo que podría sacarles, decidió adaptarlos para el cine precisamente en el mismo año, en 1983, tal como hizo en 1974 con El Padrino II y La Conversación.
La adaptación de Rebeldes es más cercana a la vida real, donde se muestran dos bandas, los "grasientos" y los "dandis", recordando en parte a películas como Grease (1978). En ella aparecen nombres tan característicos como Ponyboy o Sodapop y vemos a actores que marcarán una época, tan reconocidos como Patrick Swayze (que nos dejó el año pasado), Tom Cruise, Rob Lowe, Emilio Estévez, Ralph Maccio, C. Thomas Howell o Matt Dillon, el único de los chicos que aparece en las dos películas, igual que Diane Lane. Pero en La ley de la calle, donde aparecen unos jóvenes Nicolas Cage (sobrino de Coppola) y Chris Penn, ese tiempo de las bandas ya casi ha pasado, siendo todo mucho más oscuro; y el resultado de la película está mejor conseguido, con un gran trabajo artístico y una visión muy personal y onírica de Coppola.
El protagonista, Rusty James (Matt Dillon), es un chico que vive más en la calle que en su casa, ansioso de que algún día vuelvan los buenos tiempos de las bandas, cuando su hermano mayor (Mickey Rourke) era venerado y respetado, al que todos conocían como "el chico de la moto". Después de un tiempo sin verse, los dos hermanos mantendrán una relación especial que marcará varias escenas de la película, muy bien encuadradas por el buen hacer de Coppola, subrayando la personalidad bastante extraña y, a la vez, atrayente del hermano mayor. El padre de estos chicos es alcohólico y está interpretado por Dennis Hopper, que parece que haga de sí mismo. Y tanto Dillon como Rourke logran que sus papeles tengan un sentido en la historia, siempre a punto de quebrantar la ley con sus vidas desamparadas.
Desde el principio de la película sorprende la banda sonora compuesta por Stewart Copeland, el que fuera el batería de la mítica banda The Police (que aún por entonces estaba en activo), siendo su primer trabajo para el cine y, sin duda alguna, el único título que destaca de todas sus posteriores composiciones cinematográficas. Sus temas forman parte del buen resultado de la película, ya que se utilizan como hilo conductor, dando equilibrio, ambiente y ritmo a todas las escenas. Además resalta también el uso de los sonidos de la calle, ayudando a Coppola en su particular visión onírica de la historia. La estupenda fotografía en blanco y negro también da juego para alargar sombras en bellos planos, observar nubes que se dispersan a gran velocidad y ver calles llenas de humo, como si los personajes fueran a desaparecer en cualquier momento. Y es que todo fluye como si fuera un sueño y en algún punto hasta se convierte en pesadilla, pero no cabe duda de que Coppola consigue que la ley de la calle sea por un momento algo a tener en cuenta.
"Una inusual manera de juntar realidad e imaginación para mostrar el mundo tan peligroso de la calle, contagiando la nostalgia con un acto de rebeldía"
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