Nuestros políticos parecen haber postulado una nueva variante de la famosa teoría, pero que nada tiene que ver con velocidades relativas (o quizá sí: la velocidad con la que pierden el juicio). De otro modo no podría comprenderse que, de forma sospechosamente unánime, todos los miembros del ejecutivo recalquen lo poco que desautoriza del estatuto catalán la sentencia del constitucional (también conocida como el parto de la burra) y se empeñen en mostrar este hecho como un fracaso de la oposición, y, por otra parte, el presidente Montilla, perteneciente al mismo partido y haciendo honor al apellido, amenace con echarse al monte y abogar por la insurrección ciudadana.
Mientras tanto, nos suben el IVA y el gas, y la economía está como está, prueba irrefutable de que el afán de los políticos y lo que de verdad le importa (o debiera importarle, vaya usted a saber) al ciudadano cada vez se perfilan como espacios más disjuntos.