La Ley Seca: prohibido beber alcohol

Publicado el 18 marzo 2019 por Carlosgu82

La implantación de la Ley Seca en las década de los años veinte del pasado siglo desencadenó una ola de crímenes sin precedentes que hizo de ella algo tan representativo del país y de la década como el Charleston.

La Ley Seca o la prohibición de vender alcohol,  entró en vigor el 17 de enero de 1920 mediante la “enmienda Volstead”, recibida como el inició de la regeneración física y moral, ilegalizó la fabricación, venta y consumo de bebidas alcohólicas, pero sólo sirvió para enriquecer a delincuentes.

El contrabando de licor, que incluía la elaboración, venta y transporte de alcohol, era un negocio altamente rentable, y Chicago, a la que se llamó la “ciudad sin ley” se convirtió en su capital.

Las bandas se disputaban el control de un negocio multimillonario para el que se sobornaron a policías y que llevó la corrupción hasta el Ayuntamiento. Proliferaban las destilerías ilegales y los bares de tapadillo, donde ciudadanos respetables se codeaban con criminales. El alcohol se llevaba en petacas y se consumía en locales clandestinos.

En Nueva York, donde ya había por entonces 15.000 bares legales, se abrieron 32.000 ilegales con nombres como “Chez Florence” o “Frankie and Johnny’s”. Algunos se camuflaban en heladerías y otros en antros subterráneos con música de jazz en vivo, a los que sólo se podía acceder con una contraseña.

La Ley Seca creó las condiciones idóneas para que le crimen floreciera. En 1920, el jefe del hampa de Chicago era Giacomo “Diamond Big Jim” Colosimo, pero Johnny Torrio ordenó asesinarlo y heredó su imperio. Dividió Chicago en secciones y organizó a los delicuentes de la ciudad con un eficaz ejército de contrabandistas profesionales.

Con el alcohol traído del extranjero se elaboraban licores “peleones” que dejaban cuantiosos beneficios. Los gansteres gobernaban la ciudad como señores feudales, sobornando a policías y a funcionarios y viviendo como millonarios.

Las guerras entre bandas eran frecuentes. Una bomba o un paseo en coche, con balazo incluido, eran los métodos habituales para despachar al enemigo, al que siempre le quedaba el consuelo de un fastuoso funeral.

El sonido de los disparos se hizo familiar en las calles. La famosa ametralladora Thompson, conocida como la “Tommy”, se reservaba para las ejecuciones en grupo, pero los gansteres también utilizaban bombas y escopetas recortadas.

Durante la prohibición murieron al menos 2.500 personas entre delincuentes y agentes federales. En 1924, J. Edgar Hoover fue designado director del FBI y declaró la guerra a los contrabandistas. Los agentes federales asaltaban los garitos e interceptaban el alcohol ilegal, pero casi siempre se veían desbordados por la delincuencia.

Pero la población ya estaba harta de la violencia y de la bebida adulterada y exigió un cambio. La Ley Seca fue abolida el 6 de diciembre de 1933 y los gansteres tuvieron que ganarse la vida de otra manera.

Si hubo un caudillo entre los gansteres de Chicago ese fue Al Capone “Caracortada”. Criado en Nueva York, Capone llegó a Chicago en 1920 para trabajar a las órdenes de Johnny Torrio, y aprendió deprisa. En 1925 Torrio no era ya más que un segundón y Capone controlaba a su capricho los bajos fondos de la ciudad.

Hombre de una brutalidad despiedada, se le achacaron más de 400 muertas. Sus negocios le reportaron unos ingresos anuales de más de 20 millones de dólares que le permitieron llevar una vida de excesos. Conducía un Cadillac de 30.000 dólares a prueba de balas y vestía la ropa más cara.

Muy popular fue también, por otro lado, la corta pero sangrienta carrera criminal de la pareja formada por Bonnie Parker y Clyde Barrow. Robaron bancos, gasolineras y asesinaron a unas 12 personas en el suroeste de EEUU. En 1934 fueron abatidos a tiros por los rangers de Texas.