Desde hacia varias generaciones sus antepasados venían preparando una pócima que protegía y daba fuerzas a los reyes godos, haciéndoles invulnerables frente a sus enemigos y dotándoles de una sabiduría especial para gobernar. Para ello seguían un ritual, siempre al atardecer, y utilizaban unas reliquias que formaban parte del tesoro que Alarico, en el año 410, había arrebatado a los romanos.
Corría el año 653, año de la coronación de Recesvinto, y el viejo hechicero preparaba a la entrada de su cueva la pócima para el nuevo rey, cuando de repente, de entre las sombras, apareció un gigantesco cuervo negro que con el batir de sus alas volcó el viejo caldero en el que burbujeaba un líquido viscoso.
Poco tiempo había transcurrido desde que el líquido elemento fuera absorbido hacia lo más profundo de la tierra, cuando un rayo, surgido de la nada, impactó en aquel mismo lugar, produciendo una tremenda explosión que abrió un enorme hueco en el suelo.
Ante los ojos del sorprendido hechicero, de entre la espesa nube de polvo producida, fueron apareciendo, cual desfile infernal, espectrales figuras: la cabeza degollada de una mora, el rostro de piedra de un joven príncipe sarraceno, una joven desnuda que se sumergía en las aguas de un río, un guerrero con una mano horadada, una cabeza de varón sobre una bandeja, un cristo con las manos desclavadas, una Virgen con siete alfileres clavados en sucorazón…
El aterrorizado hechicero se refugió dentro de la cueva, pero, lejos de tranquilizarse, su terror aumentó aún más al contemplar que sobre la roca de las paredes se habían quedado grabadas junto a unas extrañas inscripciones las imágenes que había contemplado minutos antes en el exterior.
Sin tiempo para reaccionar,el techo comenzó a derrumbarse y en pocos minutos quedó sepultado,con todos sus secretos,dentro de la cueva.
Durante cincuenta años nadie se atrevió a pisar aquel cerro, hasta que un día el valeroso y atrevido D. Rodrigo, último rey Godo, abrió la cueva. El hechicero y sus reliquias habían desaparecido, pero los grabados aún se conservaban intactos. El rey contó a su pueblo lo que allí vió, aunque nadie encontró un significado.
Estos hechos pasaron de boca en boca,a través de los siglos, sin que nadie interpretase aquellos grabados hasta que, en distintas épocas, fueron aconteciendo en la ciudad determinados hechos que hicieron comprender que los grabados predijeron el origen de numerosas leyendas acaecidas en la ciudad y que han perdurado hasta nuestros días.
Autor: Rafael Escobar ContrerasFuente: http://www.leyendasdetoledo.com/index.php/leyendas/origenes/5733-el-hechicero-de-bu-la-leyenda.html