La leyenda de la isla sin voz, de Vanessa Montfort

Publicado el 11 marzo 2014 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza
 La leyenda de la isla sin voz
Vanessa Montfort
Lumen
432 páginas
Argumento:
Charles Dickens regresa a la isla de Blackwell, en Nueva York, donde estuvo veinticinco años atrás y rememora los hechos que allí le acontecieron, y que fueron germen creativo para una de sus más famosas obras.
Comentario:
La autora regresa con esta novela a la por ella llamada "Ciudad Ficción", la Nueva York de su imaginario, que también tocaba su obra "Mitología de Nueva York", aunque en esta ocasión dirige su mirada hacia el pasado, hacia el siglo XIX, muy de moda últimamente en lo literario, recurriendo a un famoso escritor, Dickens, y a un tema de actualidad, como es la crisis económica y social.
La novela se estructura alrededor de dos visitas de Dickens a Estados Unidos, una en el año 1865, y otra, narrada en flashback, en el año 1841, justo después de cosechar un gran éxito a nivel internacional con su obra "Almacén de Antigüedades". En ambas ocasiones, el autor pasa por la isla de Blackwell, un lugar donde se recluye a personas desechadas por la sociedad por variados motivos (hay asilos, prisiones de hombres y mujeres, un manicomio, etc). El grueso de la narración acontece en el año 1841, sirviendo el punto cronológico de partida, 1865, como relief para crear una intriga ciertamente previsible en su resolución con los personajes de Margaret y la niña Nelly, a las que cuenta lo que le ocurrió años atrás, a partir de una fotografía antigua.
En la parte de 1841 hay escenas que sobran, como la entrevista entre Dickens y Washington Irving, que solo sirve para que la autora, mediante unas charlas claramente explicaticas y didácticas informe a los lectores de algunas anécdotas de esos años. Así pues los dos autores se sacan temas diversos, sin relación con la trama, como por ejemplo el del copyright y la piratería, que se nota que están ahí solo por "lucir" la documentación o para vincularlo a modo de crítica con el estado actual de la cuestión de derechos de autor. Por otro lado, hay cambios continuos de punto de vista en la narración en tercera persona que hacen parecer importantes a personajes secundarios, como Kate, mujer de Dickens, por ejemplo, cuya intervención en la historia es mínima.
La prosa es sencilla y fácil de leer, lo cual contrasta con la pretenciosidad de algunas de las escenas y con un argumento un tanto rocambolesco, que dota al conjunto de un aire de artificio muy notable, influido por lo gótico y lo romántico (en el sentido real del término, como corriente literaria), aunque, sorprendentemente, también hay algún lance amoroso nada verosímil. Lo mejor de la obra es la ambientación y el aire de claustrofobia que se desprende de las descripciones de la isla, un lugar cerrado, opresivo, rodeado por la niebla, y el uso de elementos del lugar y de instituciones (la cárcel, el manicomio), como metáforas un poco en la línea de "Alguien voló sobre el nido del cuco". El argumento, sostenido en los pilares del proceso de creación literaria, una trama novelesca de intriga leve y en la crítica social (un tanto facilona), en cambio no me ha convencido mucho, e incluso en varios momentos me ha parecido muy poco creíble.
El personaje de Dickens es idealizado hasta la exageración, dotándolo incluso de clarividencia para analizar el presente y advertir los hechos futuros, como la Guerra de Secesión. Otros personajes también lo hacen, de todos modos. Todos parecen mostrar una gran lucidez para vaticinar sucesos. Lo peor es cuando el narrador en tercera persona nos saca de situación yéndose al futuro y contando hechos muy posteriores, lo cual pone aún más de manifiesto el carácter artificioso de la obra. Especial insistencia de la autora en recordarnos, cada dos por tres, que Nelly será una gran periodista, conocerá a Verne, el cargar las tintas sobre la brújula, etc, etc. En otros casos, está mejor justificado, como en las visiones de una de la locas, que ve una "gran dama blanca" en la bahía de Nueva York (la futura Estatua de la Libertad), pero la mayor parte de las veces chirría.
Aunque la ambientación y la atmósfera cerrada y gótica es lo mejor de la obra, con descripciones bastante plásticas, juraría que hay datos erróneos o imposibles. En la primera visita de Dickens a Nueva York, en 1841, se dice que el "cáustico Wilde" había criticado "Almacén de Antigüedades" ("hasta el muy cáustico Wilde, quien acababa de publicar que desde luego la muerte de la pequeña Nell era para llorar, sí, pero para llorar de la risa"). Si se refiere a Oscar Wilde, esta referencia es imposible, puesto que Wilde nació en 1854, y si realmente criticó la obra, sería en fecha muy posterior, a finales de siglo, cuando Dickens ya estaba muerto (y en todo caso, fuera del rango temporal que abarca esta novela).
También se dice que entre las presas que le muestran a Dickens en el penal de Blackwell están Emma Goldman e Ida Craddock, otra cosa imposible, ya que ambas cumplieron condena, una en 1893, y la otra en 1902 ("Anne le explicó que muchas de las mujeres que había en las salas de trabajo no estaban allí por delitos de sangre, sino que habían sido enviadas a Blackwell's a cumplir condenas ejemplarizantes. Uno de esos casos era la anarquista Emma Goldman, y le señaló a una presa con le pelo claro recogido en una trenza que le daba la vuelta a la cabeza"). Madame Restell, la otra famosa presa citada, y que sí es contemporánea del autor, al parecer solo cumplió un año en prisión y fue liberada en 1849, con lo cual tampoco pudo coincidir en 1841 con Dickens... Además se añade que tanto Craddock como Restell se suicidarían y que Dickens se enteró de eso ya en Londres al "reconocer sus caras en un periódico".
El tono ampuloso y trascendente de algunas de las charlas de los personajes o de las situaciones descritas no contribuye a hacer más cercana la historia, quedándose la crítica en un recurso un poco superficial y esteticista que no impacta como debería. La intervención al final de algunas casualidades un poco Deus Ex Machina (el pasado de un personaje importante, que viene que ni pintado a los protagonistas para llevar a cabo sus planes) tampoco ayudan a dejar buen sabor de boca. Respecto a la locura, por cierto, hay también una visión notablemente idealizada. Y no digamos ya sobre la importancia social de los literatos y sobre la mitificación de la Literatura y de la creación artística. Me quedo con la ambientación gótica y la atmósfera malsana, que sí están bien logradas.
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