La leyenda de la isla sin voz, de Vanessa Montfort

Publicado el 20 mayo 2014 por Rustisymustis @rustismustis
La leyenda de la isla sin voz

Autora: Vanessa Montfort
Editorial: Plaza & Janés
ISBN: 9788401342059
Páginas: 432
Sinopsis
Nueva York, enero de 1842: la tenebrosa isla de Blackwell es uno de sus secretos mejor guardados. Ubicada en el East River frente a Manhattan, es conocida por albergar un temido manicomio, un penal, un asilo y un orfanato, el "basurero humano" de la ciudad más poblada del mundo que en ese momento aún sueña con su estatua y sus rascacielos.
Un joven escritor inglés llega a Nueva York: Charles Dickens tiene sólo treinta años pero ya se ha convertido en el novelista más célebre de su tiempo. Viaja para encontrarse con sus contemporáneos Washington Irving y Edgar Allan Poe, sin embargo al llegar a su hotel recibe un misterioso anónimo que le invita a visitar la isla de Blackwell. Allí será recibido por las oscuras autoridades de La Isla y por la enfermera Radcliffe, una joven comprometida y soñadora, que será su compañera en esta aventura.
Poco a poco se irán desvelando las peligrosas tramas de corrupción y crueldad de Blackwell y por qué, en una de las primeras fotografías de la época, el escritor aparece rodeado de un variopinto grupo de reclusos, huérfanos y locos que se atrevieron a soñar con la libertad, a pesar de estar confinados frente a la ciudad que se convertiría en su símbolo. Los protagonistas de una era que finaliza en nuestro siglo y que hoy cobra más actualidad que nunca.
Una apasionante historia de amor y amistad sobre cómo la imaginación y el poder de las historias pueden salvarnos en un mundo que amenaza con romperse.



Reseña de Rustis
Charles Dickens es, sin duda, uno de los protagonistas de mis primeras lecturas adultas. Un escritor al que admiro, no solamente como narrador de ficción, sino también como constructor de historias de base muy real que han servido a lo largo de los años como muestra de conciencia y crítica social. Vanessa Montfort, en este caso, parece plantear una estructura similar con su novela La leyenda de la isla sin voz: una historia en la que se combina, a partes claramente desiguales, la realidad y la imaginación, con una constante tendencia a la denuncia social y a la lucha por la libertad a través de la pluma. Tal intento, al que se sumaba su cierta dosis de misterio, a priori aparecía como un producto literario destinado a atraerme y atraparme, sí o sí. La atracción, sin duda, existió. El resto es harina de otro costal.
Me gustaría comenzar destacando el que creo que ha sido el punto fuerte de la autora en esta novela: la ambientación. Desde las primeras líneas, nos vemos sumergidos dentro de una historia situada a medias entre el victorianismo realista y el subgénero gótico. La atmósfera se crea muy rápidamente: descripciones ricas en cromatismos, apariciones de fenómenos típicos de las novelas dickensianas (la bruma, por ejemplo), descripciones realistas y profusas de la vestimenta de los personajes, y mínimos intentos de captura psicológica en algún pasaje realmente conseguido. La voz en off que transita por las primeras páginas del libro resuena en la lectura recordando las narraciones decimonónicas, a imagen de una pequeña fábula, una historia contada desde un punto de vista omnisciente y con pequeñas calas de denuncia social. La prosa de la autora es, en este sentido, muy rica y bien dibujada.
Es, sin embargo, en la estructura de la novela donde se desmorona completamente la historia, así como en numerosos fallos a la hora de regular la velocidad de la narración o el diseño de los personajes. Vanessa Montfort escribe a través de un doble narrador omnisciente que se sitúa, en la mayor parte de la novela, en el año 1867, momento en que el escritor Charles Dickens viaja por segunda vez a la tenebrosa Isla de Blackwell (actual Roosevelt Island), en Manhattan. Allí, apoyado en una vieja fotografía, charla con Margaret y Nellie, dos interlocutoras dispuestas a conocer la historia del primer viaje del escritor, en 1841. Esta última fecha predominará en la novela, junto a la presentación de las personas que allí conoció el novelista, así como los supuestos secretos escondidos por la isla.
Se nos remarca, dentro de la parte ficticia de la novela, cómo Dickens se trasladó a aquel lugar tras recibir una extraña misiva en la que se le retaba a contemplar un lugar escondido de la Nueva York de la época: «Todas las islas guardan un secreto o un tesoro. La Isla sin voz guarda ambas cosas».En busca de ese secreto, Charles Dickens se embarca en una aventura que le lleva a conocer uno de los lugares más negros de la historia americana, en el que se guardan cuatro espacios de infausto recuerdo: un manicomio, una cárcel, un orfanato y un asilo en los que se encierra, bajo las garras de seres depravados y con escasa conciencia moral, a quienes son considerados como deshechos sociales. Parece finalmente que lo que Vanessa Montfort buscaba es conseguir una novela similar a las del escritor inglés, en la que se combine lo real, lo dramático, y sus buenas dosis de ficción, con tintes de denuncia social. Todo ello está, no cabe duda, y resultaría falso negarlo. Aunque también resulta imprescindible decir que ninguno de estos elementos aparece realmente conseguido: la denuncia social se presenta muy facilona, demasiado dirigida por un narrador que no permite, en ningún momento, a su lector que elabore juicios propios. Juicios que, por otro lado, con la mera presentación de los hechos serían sencillos de obtener sin necesidad de que sean, una y otra vez, subrayados. Asimismo, la presentación de los personajes resulta poco profunda, probablemente porque son demasiados los que terminan por darse cita en la historia: quizá poner de relieve únicamente a Dickens y a la enfermera Anne Radcliffe hubiera bastado para diseñar correctamente la historia, dejando al resto como pinturas más superficiales. Sin embargo, Vanessa Montfort pretende mostrar, uno por uno, a todos ellos: escritor, enfermeras, director del manicomio, locos, huérfanos, criminales... hasta se para en contarnos una prescindible visita de Dickens al también escritor Washington Irving, cuyo único sentido puede ser, quizás, el tratar de dar veracidad a la historia al poner negro sobre blanco una amistad conocida y reconocida por ambos autores.

Vanessa Montfort


Cuando una escritora quiere abarcar demasiado, sucede lo que aquí vemos: una narración desordenada, que salta de escena en escena, de personaje en personaje, sin orden, sin estructura y sin capacidad -imposible sería dada la tremenda cantidad de historias que se pretenden contar- para montar ninguna de esas subtramas con total profundidad. La sensación a lo largo de toda la lectura es de estar ante una novela que intenta demasiadas cosas y, por esa elevada pretensión, termina por perderse en la mezcla. Hay de todo: denuncia social, saltos adelante en el tiempo para atraer a la historia a nombres relevantes en las artes o las ciencias, algunas subtramas amorosas tan rápidas en narrarse que resultan en extremo inverosímiles, resoluciones de conflictos que echan mano del deus ex machinaa través de sorpresas o giros argumentales totalmente traídos por los pelos... 
Al final, solamente puedo insistir en que la prosa de Vanessa Montfort está muy conseguida, que su habilidad con el lenguaje está meridianamente clara, y que ha sido capaz de, al menos, pintar una atmósfera sostenida a lo largo de toda la novela, cosa de la que no todos los novelistas pueden presumir. Sin embargo, el producto resultante cojea y termina por caerse dada la magnitud de las inverosimilitudes y el exceso de elementos totalmente desordenados. Lamento en este caso decir que -en mi opinión- Charles Dickens merecía mejor fortuna a la hora de colarse en nuestras letras. 
Reseña de Mustis

La leyenda de la isla sin voz es uno de esos libros de los que sabes, sólo con verlo, aun sin haber abierto sus páginas ni una sola vez, que te va a encantar: por su sinopsis, por su portada, pos sus buenas vibraciones.. Y sí, podréis decirme que esas buenas sensaciones acaban a menudo en la mayor decepción, y a mi me ha pasado muchas veces, pero no con este libro. Éste es de los que te dejan tan buen sabor de boca, que sigues sonriendo y pensando en él bastante tiempo después de haberlo acabado.

Charles Dickens


El principal motivo por el que esta novela me ha gustado tanto es porque Charles Dickens es el protagonista por méritos propios. Vanessa Montfort no se dedica a soltar datos reales del escritor y crear a partir de ellos el libro, sino que ha investigado su figura y sus viajes y a partir de esto le ha convertido en un personaje propio a pesar de ser tan conocido. No es que la escritora esté al servicio de la historia real de Dickens, sino que esa historia real está al servicio de lo que Montfort se ha inventado y quiere contarnos. Y es muy bonito ver cómo mezcla a Dickens con otros personajes en la isla que sí son fruto de su imaginación, reuniéndolos a todos para crear Cuento de Navidad, libro que sabemos que el autor no escribió en estas circunstancias, pero que leemos tan bien contado que nos hace pensar que bien podría haber sucedido así. De esta manera, realidad y ficción se entremezclan continuamente de una forma muy natural, lo que hace que no tengamos que cuestionarnos lo que ocurre porque todo es creible.
El libro se divide en capítulos con el título de cada uno de los catorce días que Dickens pasó en la isla de Blackwell en 1842, intercalados con otros fechados en 1867, durante la segunda visita del escritor a la isla.
Es una novela triste y alegre al mismo tiempo. Por una parte vemos la miseria y la degradación a la que se había llegado en Blackwell: convictos, huérfanos, enfermos mentales, todos allí recluidos con el fin de limpiar las calles de Nueva York. Pero por otra parte nos da mucho que pensar, porque a pesar de la situación límite en la que se encontraban, un grupo de gente consigue sobreponerse gracias a una ilusión común, a un maravilloso sueño que quieren cumplir y que descubriréis si leéis el libro.
Cada uno de estos personajes está dibujado con mimo: la aristocrática Ada, la etérea Lili, el escurridizo Ratón o el débil Tim,... y, sobre todo, Anne Radcliffe, que los comanda a todos con una valentía y una fuerza admirables para la época y el lugar en el que se encontraban. Un grupo de personajes, en definitiva, que bien podrían haber encajado en cualquiera de las historias del mismo Dickens. Todos ellos ponen de manifiesto el poder que tiene la imaginación frente a la adversidad: se unen para crear ese cuento que va a ser tan conocido posteriormente, y juntos consiguen encontrar un poco de luz en esa isla oscura.

Isla de Blackwell


Me ha resultado muy bonito y original cómo la escritora enlaza a veces lo que les ocurre a sus personajes con otros sucesos que estarían ocurriendo en esas mismas fechas. Por ejemplo, mientras la pequeña Nellie juega en la playa, se nos cuenta que en ese momento, en otro lugar, Pulitzer se nacionaliza americano, y ese mismo Pulitzer llegará a fundar un periódico en el que trabajará Nellie cuando crezca. O como cuando Lili sueña con una ciudad de Nueva York llena de luces, y en ese momento vemos a Edison inventando esas luces. Así, fragmentos de ficción y de realidad siguen encajando como si de un puzle se tratara.
Como se le dice en el libro a Dickens cuando llega, en la isla de Blackwell hay un secreto y un tesoro; independientemente de este tesoro todos los personajes encuentran el suyo propio: la esperanza y la ilusión de vivir, el tesoro más preciado en un lugar como Blackwell.
Agradecemos a Plaza & Janés el envío de este ejemplar