Hace muchos años, vivió en Granada un maese albañil, tan buen creyente, que nunca dejaba de cumplir con los preceptos y festividades señalados por la religión cristiana.
Pero su fe sufría una ruda prueba. Sus esfuerzos para conseguir trabajo sólo eran recompensados por un aumento de la pobreza y el hambre que pasaba, habitualmente, su numerosa familia.
Una noche, en uno de los