Cuenta la leyenda que en la parte alta del río Duoro vivía un gigante en solitario. En realidad no era un gigante como los de los cuentos, sino que era un hombre mucho más alto de lo “normal” por lo que los demás lo consideraban un gigante y lo discriminaban. Siempre estaba vestido de azul y tenía dados en una de sus manos con los que se entretenía mientras caminaba por el bosque. Una noche tuvo una visión. Como esas que tenían algunos campesinos o niños. Según contó al otro día, soñó que se le aparecía un hombre vestido de blanco, con barba y pelo largo canoso y que le pedía que bajara hasta la desembocadura del río para construir allí varias iglesias.
El gigante no entendía bien cuántas iglesias tenía que construir ni cómo ni dónde. El hombre le adivinó los pensamientos y le dijo: “Cuando te despiertes verás que tus dados habrán cambiado. Tendrás más y con otros números. Tómalos todos, llévalos a la zona de la desembocadura del río y arrójalos desde la parte más alta que encuentres hacia la tierra. A dónde caigan los dados, deberán ser construidas las iglesias. Los números en sus caras representarán la cantidad de azulejos azules y blancos con que serán decoradas.
Y así fue como a la mañana siguiente amaneció y encontró otros dados al costado de su cama. En vez de números del 1 al 6 tenían múmeros como 20.000, 30.000 o 10.000. Los tomó y decidió cumplir con su misión. Bajó por el valle del río, atravesó hermosos paisajes de bosques y montañas y, al llegar a la desembocadura, se paró sobre la parte más alta que encontró y arrojó los dados hacia la tierra. Allí, donde cayeron, se encuentran en la actualidad las iglesias y monasterios de la ciudad de Oporto, con sus paredes decoradas con miles de azulejos azules y blancos pintados a mano. Estas construcciones salpican el paisaje urbano de Oporto, como al azar, como si el sueño de un “gigante” pudiera decidir dónde quedaron ubicadas.
Cada vez que viajamos escuchamos cientos de leyendas que pretenden, a veces sin lograrlo, explicarnos costumbres u objetos que vemos en un lugar. Llegamos a Oporto, la segunda ciudad más importante de Portugal, y no había ninguna leyenda que puediera explicarme el por qué de la presencia de tantas iglesias con azulejos azules y blancos en sus paredes, ni por qué estaban situadas en esos lugares como “salpicando” el paisaje urbano. Por eso decidí inventar una leyenda yo. Al fin y al cabo, nunca sabemos si las leyendas que nos cuentan son ciertas o las inventó alguien mientras viajaba y jugaba, como lo estoy haciendo yo ahora.
En Oporto, los azulejos azules y blancos son tan típicos que no solo están en las iglesias, también son una pieza fundamental en la estación de tren de Sao Bento. En su interior, las paredes están decoradas con 22.000 azulejos azules y blancos, cuyos dibujos que representan parte de la historia del país.
Oporto me encantó (no sé si hasta más que Lisboa…). La tradición dice que “Braga reza, Coimbra canta, Lisboa se divierte y Oporto trabaja”. Sara, una amiga que prepara tours a medida por la ciudad, nos recibió con esa frase y nos explicó que la ciudad siempre se caracterizó por el comercio y la producción y que nunca se instaló en ella la clase más aristocrática del país. Ese título se lo dejaron a Lisboa. Oporto mantiene sus construcciones viejas, su puerto y los vestigios de modernidad, por lo menos en la zona más histórica, son pocos. Pero tiene un encanto especial. No sé si serán sus iglesias azules y blancas que salpican el paisaje, si serán sus miradores sobre sus tejados rojos, su ribera o los puentes sobre el río Duoro, pero lo cierto es que pasamos unos hermosos días en la ciudad y nos encantó.
Una de las vistas de la ciudad que más me gusta, con la torre de los Cllérigos sobresaliendo en el paisaje.
Tuvimos la posibilidad de visitarla en dos oportunidades. En la primera estuvimos tres días y nos alojamos en pleno casco histórico, muy cerca de la Avenida Aliados y la Plaza de la Libertad, con pendientes en sus calles estrechas y casas con azulejos que yo no podía parar de mirar. En cada una me detenía unos segundos para verificar si eran los azulejos originales (pintados a mano) o eran tipo cerámica actual. En la segunda estuvimos otros tres días, alojados un poco más lejos del centro en un barrio universitario. Era otra arquitectura, pero no dejaba de perder su encanto.
La historia de la ciudad se remonta a los pueblos celtas, a un pequeño asentamiento llamado Cale. De ahí en más, pasó a manos de los romanos, de los árabes y del reino de Castilla y León. Su significado “puerto”, le debe el nombre al país y al famoso vino Oporto.
La Ribera, el duoro y sus puentes.
Uno de los lugares por los que más disfruté caminar fue por la ribera. Es una zona con paredes de colores, azulejos, llena de bares, restaurantes, puestos de venta de recuerdos para el turista, agencias de viajes y barcos de varios tipos y tamaños. Es que desde allí salen las excursiones por el río Duoro. Algunas son de una hora (o un poco más) y te llevan a recorrer los seis puentes que cruzan el río y que unen Oporto con Vila Nova da Gaia, donde se encuentran la mayoría de las bodegas de vino. Mientras que otras excursiones tienen una extensión de uno o dos días y te llevan hacia Régua do Duoro o Pinhao (dicen que la zona entre ambas poblaciones es la más linda por la cantidad de viñedos en el paisaje).
Calle principal que desemboca en la Plaza de la Ribera.
De los seis, el principal puente es el Puente Luis I, inaugurado en 1886, que cuenta con dos pisos. Por el superior pasa la línea D del metro, mientras que por el inferior pasan los demás vehículos y los peatones. Lo cruzamos varias veces para conocer el sector de las bodegas y tener hermosas vistas de la ciudad de Oporto.
La construcción del puente se basa en un proyecto del arquitecto alemán Seyrig, quien era socio del famoso arquitecto Gustave Eiffel, por eso la similitud en algunas parte del diseño, con la Torre Eiffel.
Vista del puente desde la Muralla Fernandina.
A unos pocos pasos de la entrada al puente, desde la ribera.
Vista de la ribera desde el puente.
Vista del bar que está casi debajo del puente.
Las sardinas asadas son típicas de toda la ciudad.
Pequeñas embarcaciones sobre el río.
Torre dos Clérigos
La torre de los Clérigos es uno de los símbolos de la ciudad de Oporto y sobresale en el paisaje. Se puede visitar su mirador durante las mañana, pero nosotros nunca llegamos a tiempo… Una de las caminatas más lindas para observar el paisaje con los ojos puestos en el horizonte (no en los pequeños detalles) es desde la Iglesia de Santo Idelfonso, por la Rua de 31 de Janeiro, pasando por las Iglesia de los Congregados, hasta la torre de los clérigos. La vista en el horizonte de las iglesias y de la torre, sobre todo cuando cae el sol, es hermosa.
Calle las Flores
Una de las calles más animadas de la ciudad es la Calle las Flores, llena de bares, restaurantes y arte urbano, une la zona de la estación de trenes de Sao Bento con la entrada a la ribera. Además, es una de las vías de circulación que más gente recibe en la noche de Sao Jao, el patrono de la ciudad.
La zona de la Catedral y la muralla
Tanto la catedral (la Sé de Oporto) como el resto de las muralla que protegía la ciudad se localizan en el barrio de Batalha. Hasta allí fuimos con Sara caminando, mientras nos contaba algunas curiosidades del país como la leyenda del gallo y por qué a los habitantes de Oporto se les llama “tripeiros”. Pero eso se los compartimos en otro pos.
La catedral presenta varios estilos arquitectónicos y predomina el barroco, pero como sufrió muchas modificaciones desde el inicio de su construcción, los estilos se fueron “mezclando”.
Desde la catedral y la muralla se tienen hermosas vistas de la ciudad. Aunque en una ciudad que “sube y baja” todo el tiempo no es difícil tener lindas vistas.
Para llegar a lo que queda de la muralla es necesario subir una escalera empinada con escalones que tienen varios desniveles. Pero vale la pena. Las vistas del Puente Luis I de la ciudad valen la pena.
Si cuando están visitando la Catedral tienen ganas de sentarse a descansar y a tomar algo, les recomendamos un pequeño bar muy silencioso y donde sirven una torta casera de naranja que es riquísima. El lugar se encuentra en la entrada de la Casa Museo Guerra Junqueiro (a la vuelta de la Catedral).
Rua Santa Catarina
Esta calle (rua) es la calle comercial más tradicional de la ciudad. En ella se encuentran las tiendas de las marcas internacionales y el shopping center (que cuenta con un patio de comida ambientado como la ribera de la ciudad y un espacio para cambiar y dar de comer a los bebés que está muy bueno). Además, es posible visitar uno de los cafés tradicionales, el Majestic.
Muchas guías de viajero en las mesas del bar.
La plaza de la libertad y la avenida Aliados
Esta zona es la que une la parte más vieja con la más moderna de la ciudad. Allí se ubica el ayuntamiento, algunos bancos internacionales y edificios con distinta arquitectura. Sara nos contaba que hace unos años, el gobierno ordenó levantar todos los pequeños adoquines nacarados para reemplazarlos por baldosas “comunes”. Hubo una gran oposición de la mayoría de la población porque ese suelo era característico de la ciudad. Por suerte, se sigue manteniendo en otras partes.
En los próximos post les mostramos otros rincones de esta hermosa ciudad, como el Mercado de Bolhao y la bella librería Lello. Hablaremos de la comida y de varias curiosidades que aprendimos en estos días. Esperamos que estén disfrutando de este viaje a Portugal como lo estamos haciendo nosotros. #europamagica2015 #experienciaportugal
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. Si están pensando en hacer un tour por la ciudad, no dejen de consultar las opciones con Sara en Oporto and Douro Moments, porque lo bueno es que les puede armar visitas a medida. Ustedes le dicen en qué quieren especializar la visita (historia, comida, vino, música, etcétera) y ella les organiza todo. Muy recomendable.