“La globalización de los mercados de la alimentación es un método instantáneo para crear hambre” Vandana Shiva
El comercio internacional de productos alimenticios tiene muchos siglos de historia. Se iniciaba cuando un país quería adquirir un alimento que no podía producir, como es el caso, por ejemplo, de un país de zona templada, que no puede producir plátanos. También se empezaba a comerciar cuando un país podía producir comida de forma más barata que otro. En el siglo XIX, se impulsó el comercio, debido a que algunas de las mejores tierras de las colonias de África, Asia y América Latina se dedicaron al cultivo de alimentos para exportar a las metrópolis.
Si bien en los 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial el comercio creció lentamente, después, en el último cuarto del siglo XX, aumentó deprisa. Como resultado de sucesivos acuerdos sobre liberalización comercial y de la tendencia a la globalización -la integración de la economía mundial-, el comercio internacional creció mucho más rápidamente que la producción de alimentos. Una vez más, a finales del milenio, la expansión comercial ayudó a países como China, Corea del Sur y a otros de Extremo Oriente a reducir la desnutrición y la pobreza.
A pesar de ello, el comercio suscita grandes controversias como instrumento para luchar contra la inseguridad alimentaria; ha elevado el nivel de vida de algunos sectores de la población al mismo tiempo que ha conducido al hambre e incluso a la muerte por inanición a otros sectores. Durante la hambruna que asoló a Irlanda en 1846-47, por ejemplo, en la que murió casi un millón de personas, “los terratenientes exportaban rutinariamente comida a Gran Bretaña mientras se hundían los campesinos pobres del entorno”. Si sustituimos Irlanda por los países en desarrollo, a los terratenientes, por las multinacionales, y a Gran Bretaña, por el mundo occidental, es prácticamente lo mismo. Los países cuya población pasa tanta hambre que se desvanece, siguen exportando comida.