La cholita venía sintiendo algo muy raro en los últimos meses, y es que cada vez que miraba el Cerro Rico, le parecía que éste era mucho más grande que la vez anterior. Daba igual el ángulo, indudablemente esta cueva de riquezas estaba creciendo a una velocidad vertiginosa. De lo que ella no se daba cuenta es que era su cansado cuerpo el que día a día iba encogiéndose. Toda su vida había sido una continua sucesión de cargas que a esta edad comenzaban a pesarle demasiado. Había cargado con su awayo lleno de maíz, de poroto, de mantas, con sus hijos, con el recorrer las calles vendiendo pan, con las borracheras de su marido, con la indiferencia de mucha gente, con las caminatas a las cinco de la mañana para trabajar la chacra, con el humo de todos los fuegos… Tanto y tanto había cargado que su cuerpo se vencía, se encogía y retorcía bajo el peso de tantas cosas, bajo su trenza negra y su piel tostada de vivir a la intemperie.
Un día llegó a la ciudad un hombre muy alto, de pelo amarillo como la totora y piel transparente. El hombre caminaba por Potosí absorto en sus pensamientos mirando el Sumaj Orcko y viendo plata. Se podría decir que tenía hambre aunque probablemente fuera sólo gula cuando se cruzó con la cholita y la confundió con un grano de quinua. Sin pensarlo dos veces agarró el granito y se lo comió.
Ella asistió impotente a la escena, sin gritar ni oponerse demasiado ya que en el fondo sabía que podría ocurrir.
La mayor parte de la gente dejó de ver a la cholita pero sí veían un brillo en el ojo del hombre transparente y lo solían confundir con una lágrima. Muy pocos supieron que se trataba de Fernanda Cahuana Huari viendo el mundo desde otra retina. Con el tiempo el hombre comenzó a percibir que la realidad se hacía cada vez más borrosa. Trató de llevar gafas, lentillas, objeto que sus ojos inexplicablemente rechazaron desde el primer día, pero al final llegó a convencerse de que no eran sus ojos los que veían de manera distorsionada sino que la misma realidad se emborronaba a su paso. De lo que él no se daba cuenta es que su cuerpo tan dependiente de lo material iba poco a poco trascendiendo a un plano de invisibilidad. Lo único que pudo apreciarse cuando todo terminó fue un brillo cegador.
Sumaj Orcko en quechua significa cerro hermoso. Foto: Sara Gordón
- Awayo: es una prenda rectangular usada en Argentina, Bolivia, Perú y norte de Chile como mochila, abrigo o adorno. Aunque es originaria del altiplano, su uso se ha extendido a zonas bajas como Lima, Santa Cruz de la Sierra y Buenos Aires por la inmigración de habitantes del altiplano. Por lo general los awayos son muy coloridos con franjas de colores que se alternan y con franjas con figuras simples.
- Poroto: Legumbre comestible de color, forma y dimensiones variables, en cuyo interior se disponen de 4 a 6 semillas. Existen frutos de color verde, amarillo jaspeado de marrón o rojo sobre verde, etc.
- Totora: Nombre de varios juncos acuáticos.
- Sumaj Orcko: Nombre Quechua del Cerro Rico de Potosi.