Revista Arte

La Libertad utópica, la necesidad como único motor de ésta y la incapacidad real de la misma.

Por Artepoesia
La Libertad utópica, la necesidad como único motor de ésta y la incapacidad real de la misma.La Libertad utópica, la necesidad como único motor de ésta y la incapacidad real de la misma.
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Cuando en 1777 el filósofo materialista francés Paul Henri Dietrich (1723-1789) publicó su obra El Sistema de la Naturaleza, el libro fue considerado excesivamente radical. Tanto que el gran liberal ilustrado que fue Voltaire se lo llegó a reprochar al atrevido pensador materialista. Afirmaba éste que la libertad era una ilusión, que la libre voluntad no puede ser admitida en el universo, que sólo se rige por la Necesidad. Consideró a la Mitología como algo benigno, un intento del ser humano de explicar la Naturaleza y sus fuerzas, así como de establecer normas que organizaran la sociedad. Sin embargo, consideraba la Religión, la Teología propiamente, como una fuerza perniciosa que había personificado a las fuerzas de la Naturaleza en un ser fuera de ésta, alzándolo -el Teos- por encima del mundo, lo único que tiene verdadera existencia real.
Prometeo, el titán amigo de los Hombres, fue encadenado por orden de Zeus a una roca, en la región de Escitia. Ya condenado, se lamentó por su cruel destino; se dijo, por haber proporcionado el fuego a los humanos me veo unido al yugo de esta necesidad, desdichado por completo. El pensador británico del siglo XX Isaiah Berlin (1909-1997) creó la teoría de Los dos conceptos de la Libertad, la libertad positiva y la libertad negativa (entendida ésta no como algo pesimista sino como incapaz de ser negada). Esta última, más primitiva e intrínseca a los individuos, es aquella que se entiende como ausencia de coacción exterior a la propia persona. Es decir, la que sólo se impide si alguien te limita, te oprime o te condiciona la vida, la propiedad, el pensamiento, la acción, etc... Luego, la libertad positiva, la que puede realmente ejecutarse, no porque no te lo impidan, sino porque puedas o no verdaderamente realizarla. Podemos querer volar como los pájaros, nadie nos lo impide, sin embargo nunca podremos hacerlo -al menos por ahora- como ellos lo hacen. 
Es también como el determinismo, esa fuerza ineludible al parecer, que nos condiciona involuntariamente a ser, querer, tener, hacer, pensar, decidir, volver y retener las cosas que se presentan en nuestra vida. Así, el determinismo biológico, el genético, el psíquico. El filósofo holandés Baruch Spinoza (1632-1677) nos dice: Los seres humanos se creen libres porque son conscientes de sus voluntades y deseos, pero, sin embargo, son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza. ¿Cómo sabremos realmente qué nos lleva a decidir algo, y no lo contrario? ¿Cómo dejamos de hacer algo, a pesar de poder hacerlo? ¿Cómo podemos sentirnos, además, libres, si, a veces, no podemos cambiar lo que somos; y, tampoco, llegar a hacer algo por lo incapaces que, en ese momento, podamos ser? El filósofo alemán Schopenhauer nos indica:  todos creemos a priori que somos perfectamente libres, pero, a posteriori, por la experiencia, nos damos cuenta de que no somos libres, sino sujetos a la Necesidad
Prometeo, según cuenta la mitología, tenía la capacidad de la profecía. Zeus, el gran dios del Olimpo,  preocupado por los planes que creía tenían por objeto destronarle, acude a través de Hermes al titán encadenado para que le ayude a descifrar la verdad. Prometeo, entonces, le contesta tan sólo al mensajero que Zeus tendrá un hijo más fuerte que el propio dios, pero que no le dirá nada más, que prefiere ser un desgraciado a ser un siervo de los dioses como él. Pero, Hermes le amenaza con que si se niega a hablar primero Zeus provocará una tempestad que hará que la cumbre de la montaña, en donde la roca encadenada se encuentra, caiga encima de él. Después, que un águila acudirá todos los días a devorar su hígado. Prometeo le contesta que no piensa ceder, que todo eso que le anuncia ya lo sabía, que su destino acabará cumpliéndose sin embargo. Ese destino, sabía él, consistía en que un descendiente poderoso del dios Zeus acabaría liberándolo de sus cadenas. Así, la inteligencia humana -representada por su protector Prometeo- podría vencer las veleidades de los dioses; podría, al parecer, mejorar su fatal destino. Destino, sin embargo, que sólo esos mismos dioses eran, a la vez, capaces de determinar.
(Cuadro Alegoría de la Libertad, 1937, de la pintora mexicana María Izquierdo; Óleo El barco de los esclavos, 1840, del pintor inglés Turner; Cuadro Cautivo en prisión, 1850, del pintor Michael von Zichy; Cuadro La tortura de Prometeo, 1819, del pintor francés Jean Louis Lair, 1781-1828; Fotografía actual del artista checo Jan Saudek, 1935; Cuadro actual de la pintora española María Martínez Contreras, Jaulas de Cristal; Óleo del pintor francés William Adolphe Bouguereau, Las Erinias, 1862, donde el pintor representa la huída de Orestes por la muerte de su madre, ocultándose de los sonidos de su propia conciencia; Imagen fotográfica de parte del conjunto escultórico La Libertad -homenaje al rey Alfonso XII-, Alegoría de la Libertad, 1922, Madrid, del escultor español Aniceto Marinas.)

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