Parte de su prestigio lo debe, desde principios del s. XX, a las recomendaciones de autores que hacían sus empleados a los clientes.
Corría septiembre de 1922. Entra en la librería un hombre de aspecto distinguido y solicita consejo para comprar un buen libro, ya que tiene que realizar un largo viaje en tren.
- No se arrepentirá -dijo la librera después de que el hombre hubiese comprado el libro-. Lo he leído y me ha causado una gran satisfacción.
El hombre salió de la librería con el libro bajo el brazo y tras unos minutos volvió a entrar y le entregó el libro a la dependienta que se lo había vendido.
En la solapa del libro se podía leer, manuscrito:
- A la señorita que leyó con tanto placer mi obra. John Galsworthy
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Creo que esta anécdota será del agrado de @coralsoler ( también coralsb ). A ella va dedicada.
La cuenta Luis Fernández Zaurín en De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo y otras 299 anécdotas literarias. Ed. Styria. Barcelona 2009