Me encontré este libro en la red por pura casualidad y, como el título me llamó la atención, me fijé instantaneamente en él. La sinopsis me pareció interesante y decidí hacerme con él.
Helen McGill es una cuarentona soltera que después de pasar sus años mozos como institutriz decide dedicarse a cuidar de su granja y de su hermano Andrew, un hombre que a pasado de granjero a escritor de best-sellers de la noche a la mañana.La vida es dura, monótona y solitaria para Helen, hasta que un día, un pequeño hombre, el profesor Mifflin, acompañado de un perro y de un caballo que tira de una carreta, el parnaso de la cultura, se presenta en su casa. El profesor Mifflin se gana la vida como marchante literario, recorriendo Nueva Inglaterra para vender conocimiento de su librería ambulante, su parnaso, pero ha decidido retirarse y considera que el Sr. McGill, con su amor por los libros debe ser la persona indicada a quien traspasar el negocio.Aprovechando que Andrew no está en la casa, Helen decidirá comprarlo ella y vivir la experiencia por sí misma. Estás serán sus primeras vacaciones en muchos años.
No me he parado a investigar la realidad o ficción inherente a la novela pero, el enganche de la misma para ser contada, consiste en una edición en tercera persona, es decir, en el texto escrito por la protagonista para recordar esta vivencia que una vez dejado a un tercero decide editarlo pues considera una pérdida irreparable el no hacerlo.
No se trata fundamentalmente de una novela sobre el amor a los libros, aunque la figura del profesor bien pudiera dar esa impresión, pero si que contiene una intención educadora en función de este personaje y de las numerosas alusiones a autores y citas literarias.Posee al mismo tiempo un cierto tono moralizante, en la medida en que se muestra la sumisión a que se somete Helen y al trato que recibe por parte de su hermano, quien representa bien su papel de hombre de la casa sin responsabilidad alguna al respecto.
En definitiva, me ha parecido una novelita (por extensión, ¡eh!) interesante con la que me lo he pasado bien (poco más), pero que se lee en un santiamén y que nos anima a perseguir nuestros sueños, por ridículos que parezcan a los demás.