Esperanza Aguirre
Dando prácticamente por perdidos los territorios del Sur, tan desagradecidos con las bondades de una recuperación que se les prometía a mansalva y tan rencorosos con los recortes que no hubo más remedio que aplicar, incluso en el PER de las peonadas rurales, las huestes del Partido Popular se aprestan a movilizar las mejores bazas para conservar sus feudos más emblemáticos y queridos: Madrid. El próximo mayo se dirime la batalla electoral para retener la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital del reino. Palabras mayores.Si alguien lo fue todo en ambas Administraciones, dejando una impronta "populista" que aún atufa, esa es doña Esperanza Aguirre Gil de Biedma (Madrid, 1952), la lideresa de los populares madrileños y personaje controvertido donde los haya. Si a Susana Díaz, flamante y correosa presidenta de Andalucía, se le critica porque no ha hecho otra cosa en su vida que dedicarse a la política, a Esperanza Aguirre se le alaba su “pasión” por lo mismo. Aparte de concejala, diputada, ministra, presidenta del Senado y presidenta de la Comunidad, la exmilitante de Alianza Popular y del Partido Liberal y finalmente militante "crítica" del Partido Popular sólo ha trabajado, a lo largo de su vida activa, un corto período en la Secretaríade Turismo, adonde la aupó, en los inicios de su carrera, un tío suyo que era Secretario de Estado de esa cartera, y durante unos meses –no puede decirse que al final de su carrera porque eso no lo sabe ni ella- como expertacazatalentos de una agencia privada de recursos humanos, tras su dimisión en 2012 de la presidencia de la Comunidad, donde dejó guardándole la silla a Ignacio González. Ella es hoy la candidata al Ayuntamiento de Madrid después de arrancar a golpe de declaraciones la nominación al presidente del Partido, Mariano Rajoy, quien puso la condición de que abandonase dentro de unos meses las riendas del partido en Madrid. Conseguir ambos objetivos está por ver dada la situación por la que atraviesa la política nacional, en general, y el Partido Popular, en particular.
Y es que doña Espetiene tirón, no hay que negarlo, pero se presenta como el tuerto en una reunión de ciegos: es la apuesta menos mala y, si me apuran, el único cartel con posibilidades de que el voto conservador se decante por quien, a pesar de los escándalos que jalonan su trayectoria, sigue pareciendo incólume a los mismos. Comparados con los que envuelven y atenazan a su partido (Casos Gürtel, Púnica, Bárcenas, etc.), el reguero de colaboradores imputados que va dejando en su camino resulta peccata minuta. Porque Esperanza Aguirre siempre ha estado en todos los guisos donde se ha cocinado la corrupción en las instituciones y en el Partido Popular, consiguiendo siempre salir indemne de forma milagrosa, como cuando se estrelló el helicóptero en el que viajaba con Rajoy o cuando se produjo el atentado en el hotel en el que ella se alojaba en Bombay. Su ángel de la guarda, físico y político, no tiene precio.
Aguirre con Lamela y Güemes
Esperanza Aguirre se afana en declararse “liberal”, por sus orígenes políticos, pero abraza y adopta las propuestas más conservadoras dentro del PP, donde se impulsan las políticas “neoliberales” que castigan a la población y privilegian, llegando al intervencionismo, al Capital. Bajo su presidencia, la Sanidadmadrileña inició un proceso progresivo de privatizaciones o externalizaciones, apoyado por una escasa financiación pública y un aumento desproporcionado de la privada. Un proceso tan alejado de lo “liberal” que los encargados de ejecutar el desmantelamiento de la sanidad pública acabaron encausados por cohecho y prevaricación. Es el caso de sus exconsejeros de Sanidad Juan José Güemes (cohecho y prevaricación por la privatización de diversos hospitales) y Manuel Lamela (imputado con los mismos cargos). Ella, naturalmente, no tuvo nada que ver, por más que fuera la responsable de toda la iniciativa política en la Comunidad de Madrid, en la que campaban a sus anchas colaboradores corruptos amparados bajo su égida. Nada "anormal" en los ambientes que la rodean, ya que, si hasta para acceder al timón del Gobierno madrileño, tuvo incluso que fraguarse el famoso “tamayazo”, escándalo que permitió, gracias al transfuguismo de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez -diputados socialistas-, que el PP arrebatara a la coalición PSOE-IU el poder gobernar, en mayo de 2003. Así las gasta la condesa consorte de Bornos y de Murillo, grande de España.Y es que la “habilidad” de Esperanza Aguirre para saber rodearse de personas que no le hacen asco a mojarse en cuantos charcos sean pertinentes viene de antiguo, aunque la última de la lista sea la actual directora de publicidad y medios de su campaña electoral, Isabel Gallego. Esta “colaboradora” de la lideresa cazacorruptos ha sido imputada por el juez Eloy Velasco en la operación Púnica y está siendo investigada por tramitar contratos con dinero público para “mejorar” la imagen y la reputación en Internet de altos cargos del Gobierno madrileño. Fue casualmente Aguirre, también en 2003, quien nombró a esta antigua periodista del diario ABC para el cargo de directora de Medios de la Comunidad de Madrid. Todo un talento.
Granados "aconsejando" a Aguirre
Un “talento” que ha quedado meridianamente manifiesto con sus acólitos Alberto López Viejo, viceconsejero de Presidencia y consejero de Deportes, imputado en la trama Gürtel y poseedor de una cuenta en Suiza, y especialmente Francisco José Granados Lerena, consejero de Presidencia, Interior y Justicia de la Comunidad, “hombre fuerte” del Gobierno de Esperanza Aguirre y número dos del Partido Popular de Madrid, que actualmente se halla en la cárcel por tenencia de otra cuenta en Suiza y cobro de comisiones, en el marco de la Operación Púnica. Este “brazo derecho” de Aguirre era, casualmente, quien presidía, también en 2003, la Comisión Investigadoradel caso tamayazo. Puras casualidades de la vida.La relación de “hombres fuertes” seleccionados por la experta cazacorruptos es larga y en ella figuran personalidades como Benjamín Martín Vasco, portavoz adjunto del PP en la Asamblea de Madrid, escogido para presidir la Comisión parlamentaria sobre el espionaje en la Comunidad, una trama de espionaje a exaltos cargos de su correligionario Gallardón (alcalde por aquel entonces de Madrid), Manuel Cobo y Alfredo Prada, por parte de agentes del propio Gobierno madrileño, trama conocida como la gestapillo. En el mismo caso también figura como implicado Sergio Gamón, exdirector general de Seguridad Ciudadana del Gobierno de Aguirre. Otros ejemplos del "buen" gusto de la lideresa son: Carlos Clemente Aguado, exviceconsejero de Inmigración en el Gobierno de Aguirre e imputado por el Tribunal Supremo de Justicia de Madrid por cohecho, tráfico de influencias, fraude fiscal, asociación ilícita, blanqueo de capitales y falsedad documental, y Beltrán Gutiérrez Moliner, exgerente del PP madrileño y agraciado con la famosa tarjeta Black de Caja Madrid. Se suman a la lista alcaldes y miembros de empresas municipales a los que ella o el partido que ella preside nombraba, tales como Mario Anselmo de la Fuente (Robledo de Chavela), Jesús Gómez Ruiz(Leganés), Francisco Acedo Jiménez(Torres de la Alameda), Juan Ignacio Gómez Rubio (Las Rozas), José María de Federico Corral(Colmenar Viejo), Jesús Sepúlveda (Pozuelo), exmarido de la exministra Ana Mato, la "invidente" a los Jaguar en su garaje, Guillermo Ortega (Majadahonda), recolocado por Aguirre en el Mercado Puerta de Toledo, etc.
Esperanza Aguirre, muñidora en todos estos “fregaos” al rodearse de quienes los organizan, es la persona que el Partido Popular estima más idónea para intentar relevar a Ana Botella Serrano -esposa del expresidente de Gobierno José María Aznar- en la Alcaldía de Madrid. Si con estos “antecedentes” en su currículo, la “simpática” Espe es la mejor oferta que los conservadores pueden presentar como candidato, es que el Partido Popular tiene un serio problema para encontrar a alguien “limpio” en sus filas. Esperanza Aguirre, aristócrata de la "casta", es el rostro de la renovación, transparencia, honestidad y cambio que puede ofrecer el Partido Popular de Madrid. ¡No me extraña que anden asustados!