Me resulta complicado realizar la crítica de la nueva versión de “La Liga de la Justicia” dirigida por Zack Snyder, que acaba de estrenarse en la plataforma HBO. Su trabajo acumula tantos aciertos y méritos como defectos y lastres, generando así una mezcla de sensaciones favorables y desfavorables difíciles de explicar. Vaya por delante que se trata de una propuesta apta exclusivamente para los aficionados al cómic. Para los demás espectadores puede suponer una sobredosis de ficción bastante perjudicial para su salud. No obstante, como quienes nos sentimos atraídos por el extraño universo alternativo proveniente de estas historias somos legión, es posible acercarse al proyecto en cuestión con considerables expectativas, muchas de las cuales sin duda se verán cumplidas.
Comencemos por la parte positiva. La película es claramente superior a “Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia” de 2016 y a la adaptación de “La Liga de la Justicia” de 2017. Snyder posee una gran habilidad para encandilar visualmente al público. Numerosos planos y encuadres se han reflejado con exquisitez y su deseo de trascender en casi cada secuencia no deja lugar a dudas. El realizador se sabe manejar a la hora de dotar de profundidad a los personajes, establecer complejidades en la trama y oscurecer el relato, virtudes que ya evidenció en “Watchmen” (2009). Además, el elenco de actores conforma una pasarela sobre la que desfilan los nombres más deslumbrantes de Hollywood, apareciendo y desapareciendo a modo de destellos, y se aprecia margen más que suficiente para ofrecer una buena producción.
Sin embargo, no se debe obviar la parte negativa. La duración del metraje, a todas luces innecesaria, se extiende hasta las cerca de cuatro horas durante las que el cineasta abusa de la cámara lenta y carece de mesura controlando sus excesos. Algunas batallas y peleas resultan demasiado reiterativas y los villanos, de tan desproporcionados, pecan de cierto grado de ridiculez. El relato, distribuido en seis partes y un epílogo, acaba por desbordar y saturar, y varios de los “flashbacks” no hallan un encaje correcto. Además, el formato cuadriculado de cuatro por tres en el que se ha rodado se aleja de la habitual visión panorámica, a mi juicio más adecuada para espectáculos cinematográficos de esta índole.
La narración prosigue tras la muerte de Superman. Afectado por este hecho, Bruce Wayne desarrolla una fe ilógica en la Humanidad y decide reclutar a nuevos aliados dotados de habilidades extraordinarias. Su objetivo es crear “La Liga de la Justicia”, un equipo de superhéroes que luchen contra los enemigos del planeta Tierra. Con la ayuda de Wonder Woman, Cyborg, Aquaman y Flash formará un frente común contra la amenaza alienígena y pronto se verán desbordados por el poder de este adversario sobrevenido, habiendo de plantearse la resurrección del mismísimo Superman para optar a la victoria.
El director firma una obra más oscura que la de sus competidores de la factoría Marvel. A través de una espectacular puesta en escena y con un claro objetivo centrado en el entretenimiento, apabulla en el aspecto visual. Lástima que, al final, la redundancia y el agotamiento pesen, aun disponiendo de la calidad del material y el enorme talento del equipo artístico y técnico.
Mencionar aquí a cada uno de los intérpretes que aparecen en pantalla alargaría en exceso esta crítica. No obstante, más allá del equipo de superhéroes (Ben Affleck como Batman y Bruce Wayne; Henry Cavill como Superman y Clark Kent; Gal Gadot como Wonder Woman y Diana Prince; Jason Momoa como Aquaman y Arthur Curry; Ezra Miller como Flash y Barry Allen; y Ray Fisher como Cyborg y Victor Stone) intervienen también Amy Adams, Willem Dafoe, Jesse Eisenberg, Jeremy Irons, Diane Lane, Connie Nielsen o J.K. Simmons, por citar sólo a algunos de ellos. Una nómina tan extensa y fastuosa como esta película, que se pierde y se encuentra en su propia grandiosidad.