Lo de mirar en sus bases es la buena noticia, porque la ruina que asola a la mayoría de nuestros clubes es la palmariamente mala. Otra cosa será lo que piensen sus aficiones y cómo respondan, acostumbrados como han estado a creerse mucho más de lo que son. Ahí tenemos el ejemplo del Valencia, que ha sido una trituradora de buenos entrenadores desde la grada porque no le ganaban la Liga a los dos grandes. Y es que, sus sucesivos dirigentes han malacostumbrado a unos aficionados para los que las cuentas era lo de menos. Se trataba de vestir el muñeco con fichajes de relumbrón para emular a quienes como el Barça o el Madrid tienen cola de aspirantes a socios además de llevarse más de la mitad de los dineros de la tele.
La grandeza secular del fútbol ha estado en que cualquier equipo podía en un partido ganarle al notoriamente superior, incluso en que se podía ganar una Liga a los dos gigantes si cuajaba una pléyade de buenos canteranos como ocurrió con el Bilbao o la Real hace varias décadas. O hacer grandes temporadas con una base de cantera y algunos fichajes baratos afortunados, casos de los equipos sevillanos o del Español. Ahora bien, cuando se ha tratado de hacer la competencia a los blancos o blaugranas por el dinero de algunos mecenas o de ciertas instituciones, como el mismo Betis o el Valencia, el Coruña o el Villarreal en diferentes etapas y temporadas, el final siempre es el mismo: la ruina más o menos inminente en cuanto falla el ponedor. Y eso por no hablar de otros equipos de menor cuantía que han pululado por doquier tanto en primera como en segunda división. Estos cuentos de cenicientas siempre acaban igual.
El problema es lo que antes comentaba; los socios y aficionados se han acostumbrado a que venga alguien con los billetes y les haga un equipo al que puedan jalear con aires de suficiencia para que gane a los grandes. Y traer a esa buena gente a la realidad será duro. Venderles ahora que el dinero siempre es de alguien y que si quieren grandes fichajes deberán pagar los abonos y entradas a precios prohibitivos no me parece una tarea fácil. Decirles que hay que apoyar a los chavales de la cantera para que reforzados por algún descarte de los grandes, como ha sido siempre, es la asignatura que toca estudiar será arduo y bastante complicado. Pero eso es lo que toca ahora por las circunstancias. Y yo añado que afortunadamente, aunque no por la ruina que nos obliga sino por mi creencia en que es lo mejor para todo. Tanto para el espectáculo del fútbol en sí mismo como para su bien como deporte de referencia para tantos jóvenes. En esta aseveración reconozco que me puede mi querencia por el fútbol joven. Prefiero aplaudir el intento de un chaval con entusiasmo y clase que el logro de una figura en su mejor estado, y no digamos nada del de una mula ‘cansá’ de las muchas que vienen demasiadas veces a los equipos modestos a ganar sus últimos duros engañando a bobos.
Así que esta temporada, junto con las incógnitas de cómo resultarán los dos nuevos proyectos de merengues y culés, el ver cómo andan de vergüenzas canteranas los demás equipos obligados a un destape público por sus malas cabezas anteriores será lo que de verdad le dará interés al campeonato de liga. Ojalá que salgan muchos y buenos chicos de las bases, como ya lo vienen haciendo en los últimos años para el bien de nuestras selecciones, y podamos seguir disfrutando de nuestro deporte más seguido.