Su primera temporada no es redonda (o al menos, todo lo redonda que pensaba que sería), pero no quita para darme cuenta de que Walter White tiene mucha tela por delante que cortar, y que Jesse Pinkman es su mejor compañero de viaje. Como pareja laboral prometen dejarnos grandes momentos (ese "Heil Hitler bitch" fue tronchante), y por separado, cada uno con su pequeño drama, tampoco falla.
Estos siete primeros capítulos sirven como introducción de los personajes, de sus problemas, y de la que va a ser la tónica general de la serie: el drama puro y duro (con sus momentos de desahogo, por supuesto). Tenemos dos tramas principales, aunque luego cada una desarrolla sus propias subtramas. Por un lado está el cáncer, que afecta a toda la familia de Walter (la escena del cojín es grande) y que nos ha dejado ver al oscuro pasajero que lleva Marie en su interior (ay, Wynona...). Además la idea de que Hank esté, sin saberlo, detrás de su cuñado, como que le da un plus al tema.
Y como consecuencia del cáncer, aparece la trama de "los cocineros". Walter y Jesse Pinkman "Bitch" forman una sociedad bastante peculiar. Y mira que han tenido un comienzo duro, entre el tema de Emilio y Krazy-8, y luego la aparición de Tuco. Pero nadie nos esperábamos el cambio radical sufrido por Walter, que después de raparse se convierte en todo un chungo (o más bien su otro yo, Heisenger) y la línea entre lo legal y lo ilegal de la que habla con Hank desaparece por completo de su vida. La huelga nos ha dejado con la dupla White-Pinkman asustada por el monstruo que han creado, por lo que seguro que la segunda temporada se vuelve mucho más salvaje y dura.
Así que, sin descanso entre una y otra, mañana me pondré ya con la segunda temporada, a ver si la disfruto y la termino el fin de semana, y me pongo con la alabadísima tercera temporada.