La linterna mágica - plácido

Por Antonioparrasanz


PLÁCIDO

“Siente un pobre a su mesa”, rezaba la campaña publicitaria navideña que Berlanga destrozó con su habitual sarcasmo de la mano de Cassen, López Vázquez o Manuel Aleixandre, y todo para que la alta burguesía madrileña lavase un poquito su conciencia. Y de lavar conciencias andamos en los últimos días bastante sobrados, concretamente desde que la tierra se agitó y decidió que Haití merecía un serio correctivo geológico, aunque durante décadas la isla ha recibido correctivos dictatoriales que apenas le han importado un triste bledo al resto del mundo, pero esa es otra historia.


No hablaré aquí del pánico, de la muerte, de los heridos, de la miseria y de tantas imágenes como nos van llegando, pero sí de conciencias. Porque ahora parece que quien no levante la voz para pedir solidaridad no es nadie, ni sale en las fotos ni en los noticiarios, ni nada. Y la hipocresía alcanza entonces cotas insólitas. No me refiero al español de a pie, que seguro se ha vaciado ya la cartera antes de que ningún famosillo se lo haya recordado (hay cifras humildes que seguro valen más, por el esfuerzo, que las que puedan facilitar otras economías mejor dotadas), ni tampoco a los voluntarios que han ido allí, sobre todo los bomberos, que se merecen no ya nuestro respeto, sino monumentos por doquier. Mi inquina tiene más que ver con las toneladas de hipocresía que vemos disfrazadas de buenísimas intenciones sólo para la galería.

Una cosa es ser solidario, una cosa, además, muy seria, y otra muy diferente dárselas de solidario. Los futbolistas de media Europa guardaron minutos de silencio pero ninguno ha donado, que se sepa, su sueldo de un día, o los clubes la taquilla del último partido. En Hollywood se ha fabricado un nuevo lacito para tocarnos la conciencia, pero tampoco se han rascado los fondillos del esmoquin las superestrellas del cine, y mucho menos los productores. Nuestra ministra de Cultura se va a pulir más de millón y medio de euros para frenar la piratería internáutica, pero no va a descargar esos euros en la isla. La SGAE le ha hincado el diente a la música de las peluquerías, pero tampoco es capaz de renunciar a sus carroñerías leoninas, todo lo más montará un conciertito benéfico cuyas entradas pagaremos nosotros para que sus miembros se cubran de nuevas medallas. Y podríamos seguir con cientos de ejemplos igual de dolorosos.

A estas alturas, gran parte de la sociedad española está cansada de que nos tomen por tontos, harta de tanto fariseo, y no necesita caritas monas que pidan nuestra ayuda, lo que sí se precisa es que esas caritas multimillonarias den más de un paso adelante. No recuerdo quién acuñó la frase de que es mejor enseñar a pescar a un pobre que darle un pescado, pero por aquí, quienes más tienen no dan ni para una triste lata de sardinas, eso sí, pedir se les da de maravilla, y creerse magníficos samaritanos, también.