Hace justo un mes, el pasado 3 de abril, recibí un correo electrónico de la editorial Martínez Roca en el que me presentaban la novela La lista de los nombres olvidados, de Kristin Harmel. El título, la portada y la sinopsis me gustaron tanto que no lo dudé y pedí el libro a la editorial, que muy amablemente me lo envió a casa el día 12, por lo que desde aquí les doy las gracias, no solo por el libro, sino por la forma en la que venía envuelto. El paquete me encantó y me hizo pensar que ese libro era especial. Un regalo. Una receta hecha con amor.
Y no me equivoqué. Esta historia está contada en dos tiempos. El del pasado nos recuerda la vida de Rose Picard, una adolescente que vivía junto a sus padres y sus hermanos en París en 1942, durante la ocupación de la ciudad por los nazis. Su padre era médico, su madre polaca y todos, judíos. Jacob Levy, otro joven judío que Rose acaba de conocer intenta convencerla a ella y a toda su familia de que deben huir de la ciudad para escapar de las redadas de los nazis y salvar sus vidas. Ella le cree, pero sus padres no. Es un joven obrero, miembro de la resistencia, alguien inferior... Pero Rose se enamora apasionadamente de él. En la historia del presente conocemos a Hope, la nieta de Rose, una joven de 36 años, recién divorciada y madre de Annie, una adolescente de 12 años que se ha vuelto cada vez más rebelde desde que sus padres se separaron. Hope dedica sus días a trabajar en la panadería Estrella Polar, el negocio de su familia en el cabo Cod, en Massachusetts, Estados Unidos. Desde que era una niña ayudaba a su abuela, Rose, y a su madre, Josephine, preparando cupcakes de vainilla, strudel, galletas cape codder, tarta de queso con limón y uvas, galletas de anís e hinojo, magdalenas de arándanos, galletas de almendras y canela, merengues de cocción lenta o star pie, la marca de la casa. Para los más golosos y los que os guste la repostería, que sepáis que la novela incluye la receta de todos estos postres. Pero ahora la vida de Hope ya no es tan dulce. Ni personal ni laboralmente. Su madre murió de cáncer y su abuela está ingresada en una residencia de ancianos desde que padece alzheimer. No sabe quién es su padre. No se lleva bien con su ex marido ni sabe cómo tratar a su hija, cada día más irascible. Siente que ha heredado de su madre la falta de amor, de cariño, la incapacidad para dar y recibir amor, la frialdad, la dureza de corazón. Y, por si fuera poco, la crisis económica está afectando al negocio familiar y las deudas, los préstamos del banco y la falta de ingresos amenazan con el cierre y la pérdida de la panadería. Por eso, cada vez que Hope ve entrar por la puerta a Matt, un ex novio de juventud que ahora trabaja en el banco del pueblo, se echa a temblar. No quiere que le recuerde que el banco quiere anular el préstamo que le hizo y que debería vender el negocio a unos inversores que ni siquiera conoce... Pero su rutina, su día a día, sus prioridades, cuidar a su hija, sacar adelante el negocio familiar, todo queda atrás, todo pierde importancia cuando el 29 de septiembre, en uno de sus últimas días de lucidez en medio de las tinieblas del alzheimer su abuela les pide a Hope y a Annie que le lleven a la playa y allí les entrega una lista con siete nombres y siete fechas de nacimiento que van desde 1897 hasta 1937. ¿Quiénes son Albert, Cecile, Helene, Claude, Alain, David y Danielle Picard? ¿Qué tienen que ver con su abuela? ¿Por qué debe hacerle caso a su abuela, ir a París y averiguar quiénes son esas personas y qué fue de ellas?