Ha llegado otro domingo literario. Otro domingo jugando a la literatura. Ya saben que se trata de acertar el autor y la obra de la que les presento un fragmento.
La novela de la última edición era: Mañana no será lo que Dios quiera, de Luis García Montero. Dio en el blanco, Paco Piniella, que lo hizo en tiempo récord. Se trata de un libro apetecible, en donde Luis recrea la vida del poeta Ángel Gónzalez.
Y ahora, les copio el fragmento de hoy:
Pero no tuve tiempo, Atravesamos la ciudad, ahora en todo el esplendor de su blanco; quiero decir, la habíamos atravesado; antes de que tuviera tiempo de ver nada noté, por lo descampado del terreno, que estábamos cerca. Ya casi trasponíamos la reja descomunal. Di unos golpecitos en el techo y el anciano se detuvo. Me bajé sin más; le hice un gesto: que se volviera, que me dejara, que yo me las arreglaría para regresar, si es que regresaba a alguna parte. (¿Cómo habré podido significar todo eso con un gesto o dos?) El anciano se encogió de hombros y le silbo al caballo, que dio media vuelta y se alejó a toda prisa, salpicando nieve. Solo entonces miré a mi alrededor. La verja se extendía kilómetros; los portones estaban abiertos; las lanzas de hierro negro tenían las puntas doradas. La avenida que se adentraba en el parque estaba marcada por un fino torneado en nieve, no por huellas.
Bueno, pues eso, les paso a ustedes la palabra. Que lo adivinen bien.
Salud y República