La Literatura en las aulas

Publicado el 07 marzo 2013 por Jdmora
La Revolución Formalista fue un movimiento que se produjo en lugares dispares del mundo durante períodos diferentes. El primer punto caliente, por llamarlo de alguna manera, lo encontramos en la Rusia del año 1915. El formalismo fue reivindicado por el Centro Lingüístico de Moscú (CLM) y en San Petersburgo por el Opojaz. Ambas escuelas, lideradas por jóvenes estudiantes universitarios, eran sincronistas, descriptivas y cientificistas.
Los jóvenes estaban cansados de cómo se impartía la literatura en las aulas. Querían que lo importante no fuera el contexto histórico, económico o social de la obra, sino el texto en sí. Uno de los formalistas más radicales fue el inglés I. A. Richards, quien cuando repartía poemas entre sus alumnos para comentarlos en clase ni siquiera decía quiénes eran los autores. A raíz de esta experiencia escribió 'Practical Criticism', tratado que causó un auténtico furor. Lo más curioso es que I. A. Richards no conoció el formalismo ruso, el cual se desintegró después de la Revolución de Octubre, aunque las ideas del movimiento no perecieron. En el centro de Europa, en cambio, nació la Estilística, otro tipo de formalismo, de la mano del alemán Leo Spitzer.
A partir de los años 30 en el sur de los Estados Unidos nació el New Criticism. Esta nueva corriente dejaba totalmente de lado la Historia para abrazarse al Practical Criticism, hasta el punto que durante la década de los 50 y 60 esta fue la forma de enseñar Literatura en los Estados Unidos. A diferencia de los rusos, nunca pretendieron hacer de la Literatura ciencia, aunque era un movimiento puramente práctico. Les interesaba, sobre todo, el lenguaje más formal posible y para ello utilizaban el Close Reading, es decir, analizaban y explicaban absolutamente todo de la obra. Hasta ese momento jamás se había hecho una lectura tan profunda.
¿Y hoy en día cómo se enseña la Literatura en las aulas? Esta es la gran pregunta que nos ha llevado a hacer este pequeño viaje por los diferentes formalismos. La Revolución Formalista no ha acabado de cuajar. Los factores históricos, económicos, sociales y la biografía de los autores siguen siendo una parte muy importante del temario que se imparte desde primaria hasta niveles de formación superior, como el universitario. En muchas ocasiones el estudio de la obra acaba en un segundo plano, superado por el estudio del mundo y las condiciones que la rodearon (y rodean) en el momento de ser compuesta.
No niego que el envoltorio de los textos sea importante, ¿pero dónde queda la formación crítica y creativa de los alumnos? ¿De qué sirve memorizarse cómo era el mundo, por ejemplo, de Góngora para vomitarlo en un examen si luego cuando lees 'Soledadeseres incapaz de sentir el dolor del pastor que llora la muerte de su hijo ante el náufrago? De nada. Los sentimientos se dejan de lado, cuando la buena literatura está escrita desde las entrañas y busca conectar con las emociones del lector.
A lo largo de nuestra vida académica a todos nos han hecho escribir algún poema o algún relato. Resulta casi insultante como muchos docentes apenas aprecian el trabajo creativo de sus pupilos. La Literatura se imparte como algo que han hecho otros; queda lejana y parece intocable. Creo que ya es hora de bajarla del pedestal y acercarla a los más jóvenes. Hay que romper con esa visión aburrida de la lectura, y la única forma de conseguirlo es motivar a los nuevos alumnos, hacerles ver que igual que son capaces de resolver un problema de matemáticas, también pueden escribir un buen cuento, una novela o un poema. Dejemos que la imaginación vuele, así podremos escribir un mundo mejor, ya sea en forma de un libro o en una hoja de papel de libreta cuadriculada.