Me leo (no me lleva más de una hora) la pieza teatral La llamada de Lauren..., de Paloma Pedrero. Es una obra que se estrenó en Madrid en el año 1985 y que, desde las primeras páginas, llama la atención con su propuesta visual: vemos a un hombre llamado Pedro que comienza a vestirse de mujer, a colocarse tacones vertiginosos y a maquillarse con todo el cuidado del mundo. Está preparándose para salir de carnaval con su mujer, Rosa, con la que lleva tres años casado. Ella irá vestida de hombre. Probablemente de Humphrey Bogart. La mujer sonríe, al darse cuenta de lo dicharachero y jovial que está su marido, una persona más bien taciturna que emplea demasiado tiempo en su trabajo con los alumnos. Hasta ahí, todo bien. Pero de pronto comenzamos a darnos cuenta de matices que enrarecen el marco: la pareja no mantiene relaciones sexuales desde hace tiempo; la mujer no se siente ya deseada por el marido; hay silencios terribles que parecen haberse instalado entre ellos de un modo irrefrenable... Su vida ha perdido los colores y, fundamentalmente, es Rosa quien no acierta a explicarse lo que está pasando. Pedro se mantiene hermético, fingiendo que nada ocurre. Pero el hecho de haberse vestido de mujer y que su mujer se haya vestido de hombre desata un huracán de violencia en el alma de Pedro, que se llenará de matices psicológicos cuando le explique a Rosa algunos episodios traumáticos de su infancia. De golpe, los personajes comienzan a ser otros; y tanto de Rosa como de Pedro comenzarán a surgir las revelaciones, las sorpresas y las zonas de sombra: identidades sexuales confusas, traumas, lágrimas reprimidas, golpes que se obstinan en disimular... Una obra, pues, sobre los pasillos oscuros que muchas personas tienen escondidos en algún rincón del alma.
Me leo (no me lleva más de una hora) la pieza teatral La llamada de Lauren..., de Paloma Pedrero. Es una obra que se estrenó en Madrid en el año 1985 y que, desde las primeras páginas, llama la atención con su propuesta visual: vemos a un hombre llamado Pedro que comienza a vestirse de mujer, a colocarse tacones vertiginosos y a maquillarse con todo el cuidado del mundo. Está preparándose para salir de carnaval con su mujer, Rosa, con la que lleva tres años casado. Ella irá vestida de hombre. Probablemente de Humphrey Bogart. La mujer sonríe, al darse cuenta de lo dicharachero y jovial que está su marido, una persona más bien taciturna que emplea demasiado tiempo en su trabajo con los alumnos. Hasta ahí, todo bien. Pero de pronto comenzamos a darnos cuenta de matices que enrarecen el marco: la pareja no mantiene relaciones sexuales desde hace tiempo; la mujer no se siente ya deseada por el marido; hay silencios terribles que parecen haberse instalado entre ellos de un modo irrefrenable... Su vida ha perdido los colores y, fundamentalmente, es Rosa quien no acierta a explicarse lo que está pasando. Pedro se mantiene hermético, fingiendo que nada ocurre. Pero el hecho de haberse vestido de mujer y que su mujer se haya vestido de hombre desata un huracán de violencia en el alma de Pedro, que se llenará de matices psicológicos cuando le explique a Rosa algunos episodios traumáticos de su infancia. De golpe, los personajes comienzan a ser otros; y tanto de Rosa como de Pedro comenzarán a surgir las revelaciones, las sorpresas y las zonas de sombra: identidades sexuales confusas, traumas, lágrimas reprimidas, golpes que se obstinan en disimular... Una obra, pues, sobre los pasillos oscuros que muchas personas tienen escondidos en algún rincón del alma.