La llamada del domingo

Por Francisco Enrique Perez Ruiz-Poveda @PATXIPE

¡Es curioso! Nunca sabes cómo va a funcionar tu cerebro.

Son las cuatro de la tarde de un domingo. Estás delante del televisor, con los ojos más para allá que para acá, en una verdadera lucha para no quedarte rendido bajo el manto de Morfeo, y de pronto suena el timbre de la calle. Coges el teléfono, y la voz de un joven te dice que abras la puerta del portal para dejar publicidad. Y tu mente hace que en lugar de acordarte de los padres del joven, porque éste te ha sacado de un sueño prometedor, te  hayas acordado de aquella máxima, “No trabajar en días de guardar”.
Y has viajado al pasado. Si todo el mundo asociaba a la mili, o mejor dicho al ambiente militar, las órdenes, el mundo de los niños estaba también, al comienzo de los años sesenta, lleno de máximas:-No vengas a casa más tarde de las nueve.-Toma el zumo de naranja rápido para que no se pierdan las vitaminas.-No te bañes en la playa hasta que hayan pasado tres horas después de comer.-No se dicen mentiras.-No se comen porquerías antes de la hora de comer.-Lo importante es participar.
Quizás eso es la niñez.  Un conjunto de órdenes por cumplir, y la esperanza dada por tu madre de que cuando seas mayor lo entenderás todo. O  esa versión, en especial para hombres de “cuando seas mayor, comerás huevo”.
Y es que se tarda en asimilar de que la vida es como es y no como te contaron que sería. Pero lo que realmente se tarda en asimilar, es eso de que “tus padres no eran perfectos”, y después de todo, se equivocaron, y la vida no es como te contaron que era, sino que era cómo querían que hubiera sido.
En realidad, y bien pensado, la propaganda para cuando fueras mayor, tenía mucho  de publicidad religiosa.  “Hoy no vas a entender nada, pero en el más allá lo comprenderás todo.”
Y si uno de los, digamos, dogmas del catolicismo era eso de “no trabajar en días de guardar”, que en realidad siempre ha sido hasta repipi y rebuscado la manera de decirlo, ahora encontrar trabajo y mantenerlo no es que sea un milagro, sino que puede ir en contra de la religión, y sino que se lo pregunten al que ha llamado a mi puerta para dejar publicidad en la tarde de un domingo. 

Quizás fuera, después de todo, para dar gentilmente a conocer, el horario de misas de mi parroquia más cercana, lo cual pudiera ser rizar el rizo, o simplemente el esgrimir que para extender la palabra del Señor no hay horarios ni calendarios. Lo puede decir la patronal de Nuestro Señor. Y todo el mundo sabe, que eso, va a misa.*DIBUJO: DE LA RED