Estaba sentada cómodamente en el sofá de casa, en un relajado kit kat de lectura cuando me encontré con este cuento hindú, que viene a reflejar para mí el porque el hombre no es capaz de encontrar la felicidad. Los que me leen desde el principio de mi andadura por internet, que la verdad son pocos, saben que yo siempre he dicho que la solución a nuestros problemas y la posibilidad para ser feliz, esta dentro de nosotros mismos, sólo tenemos que ser valientes y realizar un viaje al interior de nosotros mismos.
Dios se sentía solo y quería compañía. Un día, pues, decidió crear a unos seres para este fin. Sin embargo, las criaturas encontraron pronto la llave de la felicidad y, con ella en la mano, se fundieron con la divinidad.
Dios se quedó triste, pues volvía a estar solo. Reflexionó, y pensó que había llegado el momento de crear al hombre. El problema que tenía era que temía que los hombres pudieran hallar también la llave de la felicidad, hallar el camino hacía El, con lo que volvería a encontrarse solo. Se preguntó entonces donde podría ocultar la llave de la felicidad para que los seres humanos no dieran con ella. Desde luego debería tratarse de un lugar recóndito. Primero pensó en esconderla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; por último, en los confines del universo. Pero no se sintió satisfecho, pues pensó que, más tarde o más temprano, el hombre terminaría descendiendo a lo más abisal del océano, descubriendo las grutas de las montañas más altas de la Tierra, y explorando los vastos espacios siderales. ¿Dónde ocultar entonces la llave?, volvió a preguntarse. Pasó la noche en vela tratando de encontrar la respuesta a esta pregunta, y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, se le ocurrió de súbito el único lugar donde el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro de sí mismo.
Creó el ser humano y, en su interior, muy cerca del corazón, depositó la llave de la felicidad