Pero el matrimonio no está solo: la hija, una chica aparentemente acomplejada por tener una madre más atractiva que ella, y su pretendiente, el apuesto Kimura, completan el cuadro. Las cenas del grupo actúan como un preámbulo de los placeres nocturnos del matrimonio; y en esto Kimura ocupa un papel fundamental, porque el marido tiene celos de él. La actitud de la hija, que cada vez se aleja más de la familia, refuerza los motivos para creer que podría haber algo entre Ikuko y Kimura. Ellos dos, junto con el marido, conforman un triángulo un tanto atípico por la presencia de la hija, que a ratos parece un mero testigo de los hechos, pero su rol, como era de esperar en un narrador de la talla de Tanizaki, tiene un significado que no se comprende del todo hasta el final.
Junichirō Tanizaki
La relación de Ikuko y su marido se desvela tan íntima como distante, por las confesiones vertidas en los diarios y por las dudas que generan; y tan sensual como oscura, porque lo que comienza como una aventura excitante pronto adquiere un trasfondo lóbrego, inseparable de ese juego erótico. La llave destila perspicacia e ironía, pasión y perversión, con un entramado que aprovecha los recursos de la confusión (¿Es Ikuko tan correcta como dice ser? ¿Qué representa la hija en este embrollo?) para proponer una lectura estimulante que aporta una visión atrevida sobre las crisis matrimoniales y el placer sexual. En una palabra: brutal.Gracias a Jorge por la recomendación.Las imágenes corresponden a una adaptación de la novela al cine: Kagi (1959), dirigida por Kon Ichikawa.