La llegada es la mejor película del año. Es también la consagración de Denis Villeneuve, director canadiense, que se dio a conocer con la potente Incendies (2010), y que ahora firma su primera gran película. En ella recoge elementos de una filmografía todavía corta, pero solvente, en la que ha ido cambiando de género con cada film. La llegada tiene algo de la atmósfera religiosa -recargada por la culpa- de la electrizante Prisioneros (2013); reutiliza la narrativa fragmentada y subjetiva de la onírica Enemy -en la que el protagonismo recae también en un profesor- con alguna de sus fugas surrealistas y terroríficas. Por último, coincide con Sicario (2015) en su heroína femenina y atormentada que debe abrirse paso en un mundo de hombres. Con La llegada, Villenueve se confirma como un "autor" que opera siguiendo las reglas de Hollywood. Eso sí, a partir de ahora debemos exigirle todavía más.
La llegada es también una suma del cine de ciencia ficción de invasiones extraterrestres. Tiene el mensaje pacifista de un clásico como Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951). Hay ecos del humanismo de Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977), aquí los personajes principales también son civiles, personas normales y su objetivo es comunicarse con los visitantes. El enfoque realista, científico y femenino, recuerda también a Contact (Robert Zemekis, 1997). Por último, y cuidado que esto es un spoiler, los extraterrestres recuerdan a los monstruos lovecraftianos de La niebla (Frank Darabont, 2007) de Stephen King. Pero además, hay que decir que la influencia más visible es la de, quizás, la mejor película de ciencia ficción de la historia del cine. Una en la que, seguramente, no pensamos inmediatamente cuando hablamos de cine de extraterrestres. Me refiero a 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) de la que encontraréis varias referencias visuales explícitas en La llegada. Todo esto, que puede sonar a batiburrillo, en manos de Villeneuve se convierte en algo novedoso. Hemos visto decenas de films sobre extraterrestres, pero el director consigue interesarnos como si fuese la primera vez, generando inteligentemente el misterio necesario para engancharnos y consiguiendo eso que llaman sense of wonder. La llegada es una historia solvente, con una sencillez y una narrativa eficaz como de serie B -en el buen sentido- que no necesita de unos efectos especiales espectaculares. Hay los justos. Solo con eso estaríamos ya ante una película memorable. Pero la propuesta resulta, además, tremendamente original al enfocar el encuentro con los aliens desde el punto de vista lingüístico. ¿Cómo podríamos entendernos con seres absolutamente diferentes? Todo en La llegada nos habla de la comunicación, del lenguaje, de entender al otro, hasta el extremo de que la propia forma narrativa del film se pone al servicio de esta idea de una manera absolutamente orgánica y magistral.