Revista Cultura y Ocio

La Llegada o La Becaria emitiendo en Directo desde “los States”

Publicado el 21 septiembre 2014 por Becaria @Lola_Garlochi

Os escribo desde Boston < Massachusetts < Estados Unidos de América < la Tierra, pero creo que esto es un dato que gracias a mi continuo hablar y hablar del tema ya casi todos los que me estáis leyendo lo sabíais de más.

Como ya comenté en la entrada anterior, he venido de estancia tres meses. Llevo aquí dos días en los que ando luchando como una jabata contra eso que dicen del ‘jetlag’ (6 horas menos que en Madrid), que debe ser verdad porque en la vida me he levantado tan temprano ni he tenido tanto sueño antes de las noticias de las 21h (que aquí son a las 20h).

Se me han juntado muchas cosas: mi primera estancia, mi primera vez en un vuelo transoceánico y mi primera vez en Estados Unidos. Y es que, yo soy de ése grupo de gente (¡un besote para Clarásofa!) que a veces duda si la cigüeña no se equivocó al dejarnos en Toledo (Castilla-La Mancha, España) cuando, en realidad, íbamos para Toledo (Ohio, EEUU).

Debido a que mi estancia supera los 90 días, tuve que pedir un visado de estudiante (un proceso fácil y rápido) que me inspeccionaron con detenimiento al pisar suelo americano. A mí, con mis pintas de narcotraficante venida a menos con sobredosis de adrenalina, no me llegaron a encerrar en una sala pero me hicieron lo que tantas veces me han hecho en París al intentar entrar con españoles a una discoteca: no te dicen que no puedes pasar directamente, pero te ponen en una cola híper-lenta, a ver si te pones nerviosa, la lías y así tienen excusa para echarte. Pero yo aguanté ahí estoicamente las casi dos horas con mi sonrisa y sin rechistar, y finalmente me dejaron pasar a suelo americano.

En la foto yo, con mi sonrisa de:

En la foto yo, con mi sonrisa de: “Dejadme pasar que me hace mucha ilusión y no voy a hacer ná malo, payos

Yo hablar inglés, hablar, hablar… pues bueno, como que no. Yo sé decir cosas pero no decir las cosas que quiero como quiero cuándo quiero, y claro, a todo este torrente de hiperactividad que derrocho no puedo darle rienda suelta si no es en español, pero yo lo intento en inglés, aunque quede raro. La gente aquí entiende perfectamente que tú no hables perfecto inglés y suelen hacer comentarios del tipo: “No te preocupes que mi español es mucho peor”. Estaréis conmigo en que, esto es algo que creo que podemos confirmar desde aquí que NUNCA NADIE ha dicho a lo ancho y largo de Gran Bretaña (Quiero aprovechar para enviar un saludo a los escoceses por decidir seguir aguantando a los ingleses: Gracias. También quiero enviar un beso a los británicos simpáticos.). Además, es muy normal que en el metro, anuncios, etc. haya mensajes en castellano. A parte, por supuesto, de la palabra española más presente en el paisaje urbano bostoniano: ‘Santander’. Es alucinante. Los locales más repetidos en la ciudad son, por este orden: Starbucks, Dunkin’ Donuts y Banco Santander. Yo flipo. Ya le gustaría al McDonald’s tener la mitad de locales que el difunto Emilio Botín (este dato lo he metido para que veáis que este blog es en riguroso directo).

Emilio Botín a La Becaria:

Emilio Botín a La Becaria: “Yo triunfé con tu nivel de inglés… ¡Así que no pongas excusas!”

Otra cosa que me gusta de este país es que la gente te habla todo el rato cuando vas por cualquier sitio, que es algo que no hemos de confundir con que quieran ser tus mejores amigos ‘forever’: esto es una cosa que me explicaron y que tengo muy presente, que yo soy mucho de hacer amigos todo el rato y hay que llevar precaución porque la amistad así a borbotones, asusta aquí y en Beijing. Hasta el momento me han hablado sin venir a cuento en el aeropuerto, el autobús, el metro, la bicicleta y andando por la calle. Esta última fueron unos policías que estaban junto a una chica latinoamericana, yo buscaba una calle y ellos detectaron que necesitaba ayuda. Uno de ellos me preguntó que por qué iba allí y que de dónde venía, todo muy educadamente. Cuando le dije que era española dijo un: “Ahhh! Spain!” así como alegremente (me hubiera hecho gracia que le hubiera seguido un “flamenco, gitana, Antonio Banderas”, pero no sucedió). Después de darme las indicaciones pertinentes, me dijo si les podía ayudar a entender qué necesitaba la chica esta que se encontraba hablando por móvil y no sabía inglés. Ahí fui yo, A AYUDAR A LA AUTORIDAD. Mantuvimos una conversación de 3 minutos de las que sólo entendí que estaba buscando algo que no adiviné si era persona, animal o cosa. No sé el motivo de no entendernos: si era porque yo soy nueva en la ciudad, si era porque he perdido la capacidad de entender español o si era porque estaba borracha -ella-. El caso que yo, con cara de alucinada por no lograr entenderla, les dije a los policías pues eso, que no entendía qué buscaba, entonces el policía que me ayudó me miró seriamente y me dijo: “¡Ah! normal, si es que tú eres de España y ella es de Sudamérica y habláis dialectos diferentes”. ¡Toma reflexión chula que se marcó el colega! Y se quedó tan pancho. Iba a tratar de explicarlo pero el otro policía también parecía conforme con la reflexión así que desde mi yo-reflexivo-que-no-quiere-meterse-en-problemas decidí no llevarle la contraria y dirigirme al lugar que estaba buscando no sin antes darles las gracias.

La reflexión que hago hoy es:

“Estados Unidos también nos abre las puertas a las personas con nombre de narcotraficante y apellido de disidente cubano, pero nos las abre dos horas después que al resto”

 


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