Tras la descomunal cagada, llega la hora de llorar. En este verano de calores y crisis resulta imposible abrir las páginas de un periódico sin encontrarse con un ayuntamiento contando sus miserias económicas y anunciando que para los servicios públicos de titularidad municipal han llegado los días de la sangre del sudor y de las lágrimas.
Alcaldes de todos los colores entonan su miserere cada vez que alguien les pone un micrófono delante de sus narices. Ediles compungidos le piden socorro al mundo para evitar una quiebra provocada por una conjunción astral negativa de la que ellos son absolutamente inocentes.
Hay que decir en primer lugar que esta epidemia de llanto colectivo está protagonizada por los dirigentes de unas administraciones que ... (leer completo)