La lluvia en tu habitación de Paola PredicatoriEdiciones SalamandraGoodreads
A sus diecisiete años, Alessandra ha vivido una de las experiencias más dolorosas: el cáncer se ha llevado a su madre y ahora se encuentra entre la aceptación de una pérdida insoportable y un agudo sentimiento de abandono. Al reincorporarse a la escuela, en un impulso se sienta en el último pupitre junto a Gabriele, ese chico al que todos los alumnos llaman Cero: cero palabras, cero estilo, cero notas. Un tipo silencioso, solitario e ignorado por todos, el gran perdedor de la clase, aunque él no parece darse por aludido. Alessandra se convierte así en la nueva habitante de Cerolandia, el país de la nada, de las sombras, del olvido. Cero acoge a Alessandra con una indiferencia que ella agradece, aunque, poco a poco, esa indiferencia va suscitando en ella una curiosidad tan irresistible como insidiosa, pues interfiere en su dolor y llama a la puerta de su obstinada soledad.
Cero es, por supuesto, más interesante de lo que parece, con su eterno mutismo, sus repetidas e inoportunas ausencias y un notable talento para el dibujo. Así, inesperadamente, el vínculo que se crea entre los dos, un extraño pacto tácito de amistad, va más allá de la atracción romántica y, para Alessandra, el primer invierno sin su madre cobra una nueva perspectiva que le devuelve las ganas de vivir.
Alessandra está llena de dolor y soledad tras la muerte de su madre. No quiere hablar con sus amigas, quiere estar sola, refugiarse en su dolor y que la dejen en paz. Por eso mismo el primer día de clase se sienta al lado de Gabriele, a quien todo el mundo llama Cero, el chico marginado de la clase, quien le ofrece la soledad y el silencio que ella busca en Cerolandia.
Por eso adoro Cerolandia. La única regla que hay que respetar aquí es un riguroso silencio monacal: si quieres hablar, puedes hacerlo mediante gestos o usar el código morse, en caso de que lo conozcas. Nadie te pedirá nunca nada más que el respeto de esa santa regla, ni siquiera te preguntarán cómo te llamas. Cualquier noticia procedente del mundo exterior se despedaza en sus confines y, cuando logra entrar, es como una ráfaga de vuelto en un páramo desierto.
I love Cerolandia.
Pero pronto su relación avanza más allá del silencio y empiezan a conocerse mutuamente. Ambos son muy diferentes, y su relación es extraña, complicada, llena de silencios y palabras no dichas.
Si buscáis un libro romántico, no lo encontraréis. Sí, hay relaciones indefinidas, sentimientos callados y amores silenciosos. Pero eso es todo. Lo que sí encontraréis, y en muchas cantidades, son sentimientos y silencios. Porque el libro es eso, una historia preciosa llena de sentimientos.
Quien dice que la vida sigue es un idiota. No, la vida se para. El tiempo sigue su curso, pero la vida se para un montón de veces dentro de sí y se convierte en algo irreconocible.
La historia está narrada en primera persona por Alessandra en un tono nostálgico. Tal y como está narrado da la sensación de que es un diario -cada capítulo es un día aunque de vez en cuando hay algún recuerdo de su madre- en el que Alessandra le va contando a su madre fallecida cómo se siente tras su muerte y cómo va encarando esa sensación de pérdida y soledad, de forma que te transmite todos los sentimientos y emociones de una forma muy vívida.
Vivo el instante, sin mirar adelante ni atrás. Existo.
El ritmo de la narración es ágil y los capítulos son cortos. Y si a eso le añadimos lo poco predecible que resulta ser la historia, hace que te lo leas en nada. He disfrutado con la forma de escribir de la autora, tan sencilla y dedicada, con momentos tan reflexivos y frases tan emotivas.
El final me sorprendió bastante ya que no me esperaba que acabase así. Sin duda es un final acertado para esta historia, ya que al ser la historia tan poco predecible te esperar un final igual a la historia: un final inesperado.