La lluvia y el cangrejo (cuento)

Por Verdi0381
                                   "La paz del emperador" de Yan Liben (Dinastía  Tang)Chuang Tsu era reputado en todo el reino como un ínclito filósofo; también, entre sus cualidades estaba la de ser gran dibujante. El emperador Quin Shi anhelaba tener en sus aposentos una pintura de aquel sabio. Por ello un día lo hizo traer a su palacio. Su frágil figura, con los cabellos ralos y encanecidos, las manos enjutas y delicadas, siempre entrecruzadas bajo las mangas de la levita, daban a su presencia un aire de humildad desdeñosa ante la  magnífica presencia del monarca.—Deseo que dibujes para mí un cangrejo —dijo Quin Shi—: el más perfecto que se haya hecho jamás.—Alteza —respondió esbozando una ligera sonrisa benévola—, solamente quiero pediros para cumplir con vuestro deseo, una casa con doce sirvientes.El emperador preguntó por el tiempo que le llevaría la tarea al sabio:—El tiempo, alteza, se evapora como el agua ante nuestros ojos —sentenció Chuang Tsu de manera misteriosa.Quin Shi suspiró, y a pesar de ello pero ante todo por el respeto que tenía por el sabio, las exigencias fueron concedidas, otorgándole un mes.Así Chuang Tsu empezó a trabajar. Cumplido el plazo, el emperador lo llamó.—Alteza no termino aun —dijo Chuang Tsu—; pero no se puede forzar la lluvia —le respondió metaforizando.—¿Sabéis cuántos mandarines han sido pasado por las armas por contradecir mis órdenes? —lo inquirió el emperador, pero el filósofo permaneció impertérrito. —Lo sé. Vos sois como el sol y yo como el río, altísima majestad —replicó el sabio, dejando al emperador desconcertado—. La paciencia es vuestra gran virtud.Aunque Quin Shi era célebre por su mal carácter, le otorgó seis meses más al filósofo.Antes de cumplirse el plazo, Chuang Tsu cayó enfermo. El emperador, lo honró acudiendo a su lecho de muerte. Preguntó por el encargo. Entonces el sabio le mostró el dibujo de un cangrejo: los trazos eran de tal belleza y perfección, que la habitual arrogancia del monarca, se convirtió en silenciosa contemplación.—Es perfecto —dijo al fin—No majestad, aun no —respondió el sabio con un hilo de voz—. Es solo un esbozo para la obra que vuestra dignidad merece.  —Lamentaré que no podáis estar aquí para acabarlo —Quin Shi se quejó con amargura.
—Lo veréis cuando la lluvia y el mar —dijo Chuang Tsu alzando un dedo frágil al cielo, señalando una nube negra de tormenta—, tracen su silueta surgiendo debajo de la arena…  Ahora retorno a sus aguas, como hacen la lluvia y el cangrejo —alcanzó a decir antes de exhalar su último suspiro. Relato seleccionado en el Premio Mundial Excelencia Literaria MP Literary Edition, USA (2015)
© Todos los derechos de autor reservadosAndrés Fernando Castaño