Por: Carlos B. González PecotcheArtículo publicado en diciembre de 1943, pág. 09
Podría decirse que es tendencia general el observar para criticar o para señalar defectos, esgrimiendo de constante la ironía sutil, que se bosqueja en el rostro al descubrir en el semejante las fallas o imperfecciones de su carácter o proceder. Recién cuando se siente sobre sí la intolerancia ajena, la misma que uno manifestara antes para con. los demás, es que se advierte la necesidad de volver los ojos hacia motivos que predispongan mejor su juicio y que no resulten, como en el caso anotado, enojosos para el mismo.
Las observaciones que efectuamos en los demás, deben ser para la propia razón y contribuir inexorablemente al mejoramiento individual, pues de la observación justa e inteligente surge la capacidad para corregir los defectos propios. Así, cada semejante se convertirá en un espejo en el cual cada uno habrá de ver proyectada su imagen. Si tomamos para observar, por ejemplo, los bellos gestos o modales, las justas actitudes o la noble conducta instituyéndolos en modelos que han de servir para perfeccionar la propia cultura, y tratamos, con paciente empeño, de semejarlos, veremos que la observación, lejos de ser desviada de su fundamento esencial, asumirá para nuestra vida una importancia indiscutible.
La Logosofía, al ilustrar sobre la importancia que reviste la observación como uno de los medios individuales de perfeccionamiento, señala también que debe alcanzarse una verdadera técnica en la ciencia de observar. A ello obedece que destaque una y otra vez la necesidad de orientar la observación hacia fines siempre útiles al proceso de evolución, y que sean fértiles en el sentido de auxiliar a la inteligencia en la búsqueda de elementos para ampliar los conocimientos y engrandecer los caudales del saber.
Queda determinado, pues, que la observación debe ser considerada como cuestión fundamental para la evolución consciente del ser. Y si se aprecia lo que esto significa para la superación individual, se verá, que en la vida común o diaria es poco o nada lo que se observa, puesto que simplemente se ve lo que se quiere ver, y la mayor parte de las veces eso mismo es juzgado en forma caprichosa.