Este reconocimiento de las propias insuficiencias del acuerdo, a pesar del triunfalismo con el que se anunciado, es lo que subrayan muchas de las críticas procedentes del ámbito científico y de las organizaciones ecologistas no gubernamentales. Destaca entre ellas la del pionero en el estudio del cambio climático, James Hansen, quien en declaraciones a The Guardian manifestó: “Estamos ante un fraude y una farsa”, puesto que el acuerdo no ha establecido compromisos ni calendarios de obligado cumplimiento.
Es decir, que los buenos propósitos con los que bajan de la “loma” de París los defensores del uso de energías limpias no parecen suficientes, según los críticos, para adoptar de manera urgente las medidas que aceleren el cambio hacia una economía baja en carbono. Reconocen la importancia del acuerdo, pero advierten que la meta ambiciosa de frenar el aumento de temperatura le faltan medios también ambiciosos para conseguirlo realmente. Y señalan que habrá que seguir presionando con acciones nacionales para acelerar la reducción de estas emisiones contaminantes, brindar recursos para la transición energética en las economías en vías de desarrollo y proteger a los países más vulnerables, como explica la delegación de WWF para las Negociaciones Climáticas de Naciones Unidas.