Si algo nos ha enseñado la terrible experiencia de las últimas décadas, en las que la política ha creado un Estado sin atributos democráticos, sin separación de poderes, sin una ley igual para todos, sin respeto a los valores, sin protagonismo y participación del ciudadano, sin controles al poder, plagado de gente que, sabiéndose impunes, no han dudado en saquear las cajas de ahorro, bendecir estafas como las de las participaciones preferentes y enriquecerse a costa del erario público, es que no podemos dejar nuestras vidas en manos de personas que dilapiden nuestra riqueza, ignoren nuestros derechos y nos esquilmen con impuestos desproporcionados, mientras los ciudadanos no sabemos a que se dedican esos dineros o por qué los políticos se niegan a adelgazar el obeso Estado, a ahorrar y a sumergirse en la austeridad como está obligado a hacer el pueblo en masa.
Algunos políticos españoles se han degradado hasta tal extremo que constituyen ya un peligro para la salud pública y para la nación, integrados en un grupo aislado de gente que se considera élite, que se siente dueña del Estado y que trata al pueblo soberano como una masa aborregada a la que le resulta fácil engañar y manipular.
Nuestra España, un país mal gobernado, se ha convertido en uno de los líderes mundiales en tráfico y consumo de drogas, delincuencia, prostitución, fracaso escolar, blanqueo de dinero, refugio de mafias, receptor de dinero sucio, descrédito de la política, divorcio entre ciudadanos y dirigentes, desempleo, avance de la pobreza, despilfarro, abuso de poder, endeudamiento indecente y falta de confianza en el liderazgo.
El país necesita con urgencia una regeneración, pero nadie parece dispuesto a emprenderla porque ese terapia traería consigo pérdidas de poder y de privilegios.
Que nadie tanga miedo de ser críticos y duros con los que no respetan la democracia y la decencia. La democracia exige ciudadanos vigilantes, cumplidores, exigentes y ejemplares, que no sepan transigir con los delitos públicos y abusos de poder. Ser "disidente" en la España actual y oponerse a los abusos y corrupciones que protagoniza el poder político, sin distinguir colores ni ideologías, tanto a los que esquilmaron las arcas públicas con los EREs de Andalucía como los que protagonizaron el sucio y despreciable caso Bárcenas, entre otros muchos escándalos y agresiones a la decencia, es el mayor motivo de orgullo, una distinción y cosa de verdaderos héroes.