Uno de los centinelas de los DarkRiver, Clay, siendo muy joven se vio impulsado a matar a un hombre al saber que éste abusaba de su hijastra, una niña llamada Tally, que era la mejor amiga de Clay. Ese acto hizo que Clay acabara en un correccional, lo que, junto a la noticia que Tally había muerto, hizo que una vez libre, fuera más leopardo que hombre hasta el punto de que está a un paso de convertirse en un renegado, un cambiante que decide quedarse para siempre en su forma animal.
Sin embargo, de pronto Tally vuelve a irrumpir en su vida. Tras una infancia tan traumática como dolorosa, Tally decidió hacer creer a Clay que estaba muerta para que no tuvieran que verse más, ya que no dejaba de recordar cómo él mató a su padrastro, algo que la traumatizó aún más. Ya de adulta, Tally es una trabajadora social contratada por una poderosa empresa para ayudar a niños con talento que no viven en buenas condiciones. Cuando uno de sus niños desaparece, descubre que no es el primero y que la mayoría han aparecido muertos. Para encontrarle y salvar su vida, Tally recurre a Clay, la única persona en la que puede confiar y que le puede ayudar de verdad.
Como veis el punto de partida es mucho más complicado que en otras historias de la autora. Clay y Tally tienen una historia en común, una truculenta donde ambos han cometido errores, pero que también fue lo mejor que tuvieron los dos. Así, se inicia una dinámica compleja entre ambos en la que deben lidiar con el pasado, el presente y las consecuencias de sus actos.
Y precisamente es eso último lo que hace que sea una historia diferente. Ambos tienen en mente al niño que fue el otro, la relación que tenían, pero en el presente ambos han crecido sin verse y, en parte, son un par de extraños. Así que no sólo deben conocerse de nuevo, sino que tienen ciertos asuntos que tratar. Personalmente me gustó el hecho de que los dos creyeran que actuaran de la mejor manera, pero se les acabe volviendo en su contra: Clay quiere salvar a Tally de los abusos y lo que logra es traumatizarla al mostrarle al leopardo furioso que lleva dentro, mientras que Tally sólo quiere estar mejor y acaba hiriendo a Clay.
No hay ni víctima ni verdugo, sino que se pueden comprender a ambos personajes. Eso sí, a mí personalmente me cogió un poco el cogerle el punto a Tally. Durante el principio de la historia, aunque entendía por qué actuaba de manera tan errática (quiere confiar en Clay, es ella la que acude a él, pero no logra superar el haberle visto matar a su padrastro), me cansaba un poco su actitud, sobre todo cuando seguía poniéndose en plan “no me quiere nadie”. No obstante, a medida que avanza la historia, se le acaba cogiendo mucho cariño.
De hecho, es ese viaje que hacen ambos, tanto por separados como juntos, lo que hace que La luna del leopardo sea distinta (más oscura, más brutal), pero también muy bonita. No sólo deben perdonarse y volver a conocerse, sino que, además, Tally debe superar el trauma que arrastra y Clay abrazar su humanidad de una vez.
Además de la historia de amor, volvemos a tener una parte de thriller que, como siempre, está muy bien llevada y que Nalini Singh utiliza para aumentar su universo particular. En esta entrega no sólo volvemos a ver a personajes ya conocidos, sino que conocemos a otros nuevos y también nuevos aspectos de este complicado mundo. Tally es humana, lo que sirve para profundizar más en la tercera raza que, hasta el momento, había pasado desapercibida en las novelas. También seguimos viendo lo que el terrible Consejo Psi sigue haciendo y hasta nos presentan la pareja que va a protagonizar la siguiente entrega.
Vamos, que La luna del leopardo es una novela muy, muy completa: no sólo tiene una historia de amor tan complicada como bonita, sino que tiene una trama de desaparición muy bien llevada y, de paso, conocemos nuevos aspectos del mundo de los Psi/Cambiantes.
El próximo lunes literario estará dedicado a... La sonrisa del diablo de Annelie Wendeberg.