Que las páginas de un libro sobre alpinismo rezumen adrenalina es algo bien sencillo de asimilar; que las páginas de un libro que se ocupe de la descripción extasiada de paisajes espectaculares rezumen lirismo y amor a la naturaleza también es algo fácil de entender; pero que ambas vertientes se fundan armoniosamente y cohabiten en un solo tomo ya no es algo que suceda con tanta frecuencia como para dejar de anotarlo y aplaudirlo. Es lo que sucede con el trabajo La luz de Yosemite, con el que Antonio J. Ruiz Munuera se alzó hasta la condición de finalista del premio Desnivel de literatura en el año 2014. Un año más tarde, la obra apareció editada, con espléndidas acuarelas de la profesora Carmen Gandía Blanque.El escritor lorquino nos desplaza hasta el paraje norteamericano de Yosemite, un Parque Nacional de enorme belleza situado en California y que se convierte en el espacio escénico donde recrea seis historias reales convertidas en viñetas o relatos de una plasticidad difícil de igualar y, desde luego, imposible de superar. Esas seis historias, que como muy bien señala el autor “marchan unidas como los miembros de una cordada, ensamblados sobre el hielo de un glaciar” (p.10), nos permiten conocer los pensamientos y acciones de John Muir (un naturalista del siglo XIX que estudió la vegetación de la zona y que se debatió siempre entre el afán de divulgarla y el temor a que esta publicidad pudiera resultar a la postre perniciosa para el entorno), Carleton Watkins (un precursor de fotógrafos que se enamoró de los paisajes de Yosemite en el año 1916 y que jamás abandonó su pasión por ellos), Warren Harding (un escalador estrambótico y pionero, que se empeñó obsesivamente en coronar el Capitán por su zona más compleja y que dejó anécdotas impagables para el mundo del alpinismo), los intrépidos componentes de B.A.S.E. (que en el año 1978 subieron también hasta la cima del Capitán... pero para lanzarse desde allí en caída libre, con sus paracaídas rectangulares y su valor sin límites, que les permitió culminar con éxito una aventura en la que otros perdieron la vida) o el inefable Dan Osman (otro de los personajes legendarios que se acercaron hasta las abruptas montañas de Yosemite y que falleció en noviembre de 1998 cuando se rompió la cuerda que lo sujetaba a una de ellas). En suma, nos encontramos con una crónica diferente del universo de Yosemite, en la que los datos históricos y las peripecias individuales de sus visitantes se convierten en relatos de una amenidad asombrosa y que anonadan con la exquisita formulación de su envoltorio literario. Quien se muestre escéptico ante la posibilidad de que un volumen de esta naturaleza constituya una pieza de agradable y conseguida belleza no tiene más que abrir el tomo por cualquier página y detenerse en la lectura durante veinte segundos. Les aseguro que caerá cautivo con la prosa del narrador lorquino.
Antonio J. Ruiz Munuera, dueño de una gran habilidad, consigue que nuestros ojos se llenen de colores, que nuestros oídos escuchen el rumor de las hojas, que nuestra nariz perciba los distintos aromas de Yosemite y que nuestro corazón se enfurezca de latidos mientras ascendemos (porque ascendemos) como uno más de la cordada por las paredes y grietas de estos gigantes de piedra.