La luz - lo invisible

Por Ciryab
… ¿Quién es Córdoba?  ¿Cómo saberlo, si Córdoba es una ciudad,la ciudad que está en ninguna parte? No hay pueblos alrededor, surge de improviso.  ¿Estás en Andalucía, estás en la Bética, en al-Andalus?  
¿A dónde acabas de llegar, a Jerusalén?  ¿A Ispahán?  ¿A Persépolis?  ¿Estamos en Damasco?  
¿Acoge Córdoba a Creta, a Tebas?
Parece que está ahí. Pero puede ser mentira.Córdoba no acaba de conocerse jamás. Ay esa Córdoba, que las nubes hacen lejana, lejana, lejana. ¡Ay  esa Córdoba que cuanto más lejos,  más dentro se adentra colina abajo de la sangre, dunas arriba de la frente, pasando siempre por el corazón!Antonio EnriqueEste año los Magos, más que nunca han tenido que ser eso, magos. La delegada de estos en casa, puso patas arriba las librerías de Córdoba e internet, el motivo, un libro.  En la primera página se lee:  “Ensayo psicológico de la ciudad de Córdoba”.  El lugar –desde que supe de su existencia a través del artículo de un periódico local- lo tenía reservado, por fin ha ocupado su espacio entre los libros dedicados a esta ciudad, (La Ciudad Soñada)Apenas ciento cuarenta páginas, donde, desde la primera me atrapó –aún lo hace- Libro rotundo en el que se llega a sentir el olor y sabor de Córdoba, la caricia de las palabras que enriquecen –lógico ya que el autor es poeta- Hasta por momentos he creído sentir el aire que te envuelve cuando entras en la Mezquita. Para lo invisible,  hay que adentrarse en la magia, con los sentidos de par en par, y solo cuando ella quiere, te muestra su invisibilidad.Delicioso libro:Titulo -  EL LAÚD DE LOS PACIFICOS -Autor  Antonio Enrique -Editorial ALHULIA
*¿Cómo explicar a un ciego la Mezquita?     Le diría piensa en la luz, ¡habítala!   Y el ciego contestaría: cómo.

… Y le sacaría al sol del patio de los Naranjos.Y dejaría que el calor benefactor lamiese sus parpados,hasta que al fin dijera:


…  Conozco el oro, sé lo que es la luz.  ¡Esto es vida!   Porque todo en uno, el oro y la  luz, con el calor, lo había sentido en la sangre, abriéndose a ella a través de sus pupilas muertas .Y puesto que adivinó que el oro es la luz en estado sólido, y la luz oro en estado sutil, le diría:   Escucha el agua, ¡métete en el oro!El ciego veo que deniega: no puedo, ni sé, con desaliento de su faz. El ciego es un sabio, porque es de Córdoba. Y porque es de Córdoba y ciego, hubiera distinguido los treinta y ocho modos de caer el agua en las fuentes y surtidores de Medina Azahara. Ahora frente a la fuente de abluciones del saham, sólo se me ocurre incitarle: el oro te abre paso, le confío. Pues, al escuchar el agua, mentalmente había introducido los brazos y las manos en ella, hasta los codos.

… Y él lo aparta, el oro es simulación del agua, sus brazos heridos por el asperón de las calles de Córdoba. Aparta el agua, el oro y la luz con lentos, indecisos ademanes de sonámbulo.   ¿Sientes que se comba, se ondula la superficie hasta los bordes?  Imagínalo encima de tu cabeza, cada arco, y que las columnas son los brazos que los sostienen.   Y asiente, no del todo convencido. ¿Es una burla? Y acto seguido se encoge de hombros, demasiado cortés para reprochar nada.
… Puede imaginar una esfera, y pude  concebir un cubo. Es cuando me atrae a su mundo de tinieblas, donde la luz, la máxima expresión de la luz, es el relámpago:   La esfera es la parte mujer de Dios. El cubo, la masculina. Con la esfera y el cubo dios Alá construyo el firmamento. Porque Él es la línea perpetua, pero elevada a la armonía de los círculos. Por esto es la simplicidad inmutable.  No te esfuerces, extranjero. Si me hubieses hablado de lo invisible, todo lo hubiese comprendido.
… ¡Pero ambos dos estábamos hablando de la Mezquita, sin saberlo!* Antonio Enrique

Traté de captar la Luz
                      






… pero no, no es esta la Luz de la que habla el poeta… Luz habitada


He perdido la cuenta de las veces que te he visitado.  Siempre, la misma sensación, me esperas.  No he reparado en ello, pero en esa columna quizás este la huella, la caricia de cada encuentro, es, la necesidad de tocarte.  Y es tu generosidad  la que me descubre siempre un detalle, el equilibrio imposible, la medida exacta y que lo más sencillo, es lo más difícil.
Una visión imborrable: Ese día, los últimos en salir fuimos el vigilante y yo, fueron unos segundos nada más, al volver la cabeza te vi despojada de la artificiosa iluminación, te encontré cómo de andar por casa, es cuando… lo sé, vi tu Luz, tu invisibilidad.
Tiene razón el poeta: “Córdoba no acaba de conocerse jamás” La Mezquita tampoco.¿Qué es la Mezquita, cómo explicársela a quien ve con los ojos, y por tanto está ciego a lo invisible?Antonio Enrique