La madre de él

Por Lectoraprofeymama

Una vez tomada la decisión de contar nuestro embarazo a la familia, quedaba concretar cuándo y cómo. Y el turno le tocó, en primer lugar, a la familia de mi marido. Él estaba impaciente por darle una alegría a su madre, así que decidimos empezar por ahí.

Pues bien, invitamos a mi suegra y a sus hermanas a venir a comer a casa cuando yo estaba de 5+4. Mi cuñada se uniría más tarde, a la salida del trabajo. Para comer preparé unas migas con sardinas, que le encantan a la madre de mi marido. Nuestro plan era comer todos juntos y después pedirle ayuda a ella para hacer el café y darle la noticia en la cocina. Cuando llegara mi cuñada lo contaríamos a los demás.

Comimos muy a gusto, ella y yo nos comimos un montón de sardinas (que por cierto, de pronto ya no me apetecen nada, me entra un asco tremendo, con lo que me gustan) y llegó la hora de recoger la mesa. Mi suegra nos lo puso muy fácil, porque se vino con nosotros mientras recogíamos la mesa y fregábamos los platos. Las dos hermanas estaban entretenidas en el salón.

Terminamos de recoger los platos, ¡yo estaba nerviosa, lo admito!, y mi marido dijo, echándome una miradita: «Bueno, vamos a preparar el café, ¿vale?». A mí casi se me sale el corazón por la boca. Como era su madre, le dejé hacer a él, pero en el fondo es un tímido y estas cosas le cuestan, así que a mi suegra le costó un par de minutos pillar de qué estaba hablando su hijo: que si íbamos a ser uno más y bla, bla.

Pero bueno, al final se enteró de lo que estábamos hablando y nos dio un abrazo enorme. Le explicamos que era muy pronto y que aún quedaba mucho para poder tener una ecografía, por ejemplo, pero que habíamos querido darle ya la noticia. Mi marido se marchó para estar pendiente de sus tías y ahí aprovechó mi suegra para hacerme algunas preguntas: que cómo me encontraba, que si había visto ya a algún médico… Ella me habló de su experiencia, lo mucho que le costó quedar embarazada las dos veces y un aborto que tuvo.

Una cosa que me llamó mucho la atención fue descubrir lo diferente que es la información de hoy de la de hace cuarenta años. Mi suegra era la esposa de un médico, y sin embargo se mostró sorprendida cuando yo le hablé de mi cuenta de semanas («Yo creo que nunca supe de cuánto estaba exactamente») y nos comentó que ella fumó en sus dos embarazos y comía de todo sin limitaciones de ningún tipo. Y claro, yo soy el punto opuesto: creo que a veces peco de exceso de información y aunque desde el principio llegué al acuerdo con mi marido de que dentro de casa no se podía fumar, últimamente me he vuelto de la liga antitabaco: no permito que nadie fume a mi lado si puedo evitarlo y el mero olor me resulta increíblemente desagradable.

El lado bueno de esto es que la madre de mi marido me preguntó muchas cosas y me escuchó con atención. Siempre ha sido muy respetuosa, pero con estas cosas nunca se sabe, y como sabéis yo temo tener que enfrentarme a todo el mundo para defender mi modo de crianza, pero afortunadamente parece que de momento este no va a ser el caso. Ella me escucha y me deja hacer. ¡Qué alivio!

Cuando, un par de horas más tarde, estuvo reunida toda la familia, ya lo hablamos abiertamente con todas y se alegraron mucho. Fue un momento familiar muy bonito. Ya solo nos quedaba mi padre… pero eso os lo contaré en otra ocasión.


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