La madre tigre

Por Oliva23

Me entero a través de mi amiga Amalia Bonelli de la publicación en la prensa argentina del libro sobre cómo educar a los hijos escrito por Amy Chua, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Yale, por lo que decido escribir la entrada que no escribí cuando la noticia apareció en la prensa española hace un par de meses (ver aquí). Lo primero que llama la atención es que un libro sobre educación infantil escrito por una economista tenga tanta repercusión. No se trata de un hecho aislado pues con frecuencia vemos cómo personajes ajenos al mundo psicopedagógico encienden el debate sobre educación, lo que no me parece mal, ya que un asunto de tanto calado social debe estar abierto a la opinión y a la polémica. No obstante, sí que resulta chocante que los discursos que tienen una mayor repercusión mediática suelan provenir de profesionales de otros campos, en este caso de una economista.
El libro de Chua tiene todos los ingredientes para resultar polémico, ya que esta hija de inmigrantes asiáticos nacida en EEUU realiza en él afirmaciones sorpendentes, como que a los hijos hay que educarlos en una estricta disciplina que desaconseja actividades como quedarse a dormir en casa de algunos amigos, ver la televisión, jugar en el ordenador o participar en obras de teatro en el colegio. En cambio, deben tocar el piano o el violín, y no otros instrumentos, ya que sólo estos dos forjan el carácter (no lo dudo, eso de estar varias horas diarias practicando en lugar de estar socializándose debe dejar huella: en los hijos, y en los vecinos).
Las opiniones de la polémica autora han supuesto un ataque directo a algunas ideas acerca de la educación infantil que están muy extendidas en Norteamérica, como la importancia del fomento de la autoestima, el apoyo incondicional, la búsqueda de su bienestar por encima de sus logros...etc. Resulta complicado realizar afirmaciones contundentes acerca de si en nuestras acomodadas sociedades padres y madres muestran un exceso de permisividad y conformismo con sus hijos, pero incluso si ese fuera el caso, la propuesta de la “madre tigre” resulta a todas luces exagerada y con unos perversosefectos secundarios más que probables. Los estudios sobre los efectos de los estilos educativos parentales sobre el desarrollo y la educación infantil son abundantes y la evidencia empírica acumulada a erxclusiva en la experiencia personal.
En primer lugar, hay que dejar claro que son aquellos padres que combinan el apoyo y el afecto con el control y las exigencias de madurez quienes mejor promueven la competencia y el ajuste de sus hijos. Una relación afectuosa entre padres e hijos resultan el mejor predictor de una buena salud mental en la adolescencia y adultez.
En segundo lugar, los estilos autoritarios tipo “madre tigre” pueden generar personalidades obedientes y conformistas que se adapten bien a ciertos contextos escolares, pero también provocan importantes problemas emocionales. Si tenemos en cuenta que la OMS prevee que los trastornos depresivos van a convertirse en las próximas décadas en la s enfermedad con mayor impacto y carga social en los países desarrollados, podremos estar educando una generación con buenos resultados en el informe PISA pero emocionalmente enferma. Cuestión de prioridades.
En tercer lugar, el contexto cultural es un factor que modera la relación causal entre el estilo parental y el desarrollo infantil. Así, se ha observado que los estilos autoritarios pueden tener efectos menos devastadores en la sociedad asiática que en la occidental, por lo que no es tan fácil trasladar un modelo de crianza de un contexto social a otro distinto. Las relaciones entre adultos y niños/adolescentes son bien diferentes en Oriente (mucho más distantes, autoritarias y jerarquizadas) y en Occidente (más cercanas e igualitarias).
Por último, hay que contar con la personalidad y el temperamento infantil, que también es un importante factor de moderación en la eficacia de los estilos parentales. Es posible que el trato recibido por Amy Chua, y por si hija las haya hecho más resistentes para perseverar en el esfuerzo y resistir las frustraciones y fracasos, sin que ello haya mermado su ajuste emocional. Pero dudo mucho que todos los niños y niñas reaccionen de la misma manera. En algunos casos esta presión y disciplina tan exigente puede conducir directamente al desajuste psicológico más que a la resiliencia.
No han trascendido datos acerca de la salud mental de esta profesora de Yale o de su hija, pero de su competencia empresarial para sacar buenos beneficios a un puñado de ideas más o menos ingenuas sobre la educación de la infancia no me cabe la menor duda.